ORACIÓN “¡ES HORA DE ABANDONAR TU PASADO!”
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
“¡ES HORA DE ABANDONAR TU PASADO!” En este sinigual amanecer, ¡Te saludamos, confesándote nuestros pecados! Tú, Padre Santísimo, ¡hoy nos perdonas y nos limpias de toda maldad!
Nuestra presencia en este momento obedece a que de todo corazón y con todas las fuerzas de nuestra alma, Te dirigimos esta ferviente súplica inspirada por el Espíritu Santo:
“¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!” (Salmo 51:10.). Sí, Padre Santísimo, un corazón recién creado por Ti, es un corazón limpio, sin resentimientos, sin maldad, sin injusticias,
sin malos pensamientos, sin conformismos, sin inmoralidades y sin nada que Te ofenda en nuestros prójimos. Un corazón recién salido de Tus manos es un corazón apto para amar, para obrar cosas maravillosas,
llenas de toda bondad, digno de contenerte a Ti con todo lo que Tú eres y así sentirnos como los grandes del ayer histórico, quienes ufanos confesaban: “¡Vive Dios en cuya presencia estoy!”
Pero nosotros, que vivimos el tiempo bendito de la gracia, exclamamos y proclamamos con sobrada razón: ¡Vive en mí la presencia del Omnipotente Amor que hace de mi vida la maravilla más extraordinaria y confiere a mis palabras un increíble y sensacional poder!
“¡ES HORA DE ABANDONAR TU PASADO!”
Padre Santísimo: es nuevamente el Espíritu Santo quien nos asegura de Tu actitud ante nosotros: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.” (Hebreos 10:17). ¡Qué grato es saber que Tú, Padre Amoroso,
¡jamás harás presente nuestras maldades, porque quedaron sepultadas en el ayer de Tu olvido! ¡Has vuelto a tener misericordia de nosotros! ¡Has sepultado nuestras iniquidades y, hasta el mar profundo has enviado nuestro ayer tan perverso, tan insensato,
tan lleno de maldad, para hacer de nosotros el mismo lugar de Tu Presencia, siendo ahora Tus Templos Vivientes desde donde nos haces caminar externando Tu Luz maravillosa que, además de alumbrarnos, nos hace ser un faro poderoso para que los demás en nosotros vean Tu Luz que inspira y atrae a muchos a la salvación!
En nosotros se cumple lo que desde antaño has prometido y lo sigues sosteniendo: “Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.” (Isaías 43:19). Esta promesa nos hace comprender lo que jamás imaginamos:
después de vivir en esos inhóspitos desiertos, ahora tenemos caminos y ríos de aguas cristalinas y vivificantes en lo que ayer fuera un lugar olvidado y despreciado por todos. Ahora vemos cumplida la misma promesa de Tu propio Amado Hijo:
“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (San Juan 7:38).
¡Qué magnífico regalo recibimos de Ti, Padre Bendito! Ya desde ayer nos habías asegurado: “Les daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de ustedes; y quitaré de su carne el corazón de piedra,
y les daré un corazón de carne.” (Ezequiel 36:26). Con esa renovación total e integral de nuestro ser, ¿qué más podemos esperar de Ti, Padre Bondadosísimo?
Ya para poder reinsertarnos en nuestras labores, de Ti nos despedimos en la certeza de la enseñanza de Tu Amado Hijo:
“Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, ¡ES APTO PARA EL REINO DE DIOS!” (San Lucas 9:62).
¡Muchas gracias, Padre maravilloso! Teniendo en nuestra mente tal advertencia, nos marchamos con un corazón nuevo, capaz de contenerte a Ti y a todo lo sublime que de Ti procede.
Nos vamos a continuar la vida, pero con la potencia increíble que nos abrirá las puertas de todo cuanto necesitamos para vivir con toda la dignidad y con todo el desbordante entusiasmo de los que se unen a Ti,
para ser renovados con las fuerzas de un búfalo, con la bravura del León de la Tribu de Judá y con la sabiduría salida del mismo fondo del Espíritu Santo. ¡Bendito, alabado, glorificado y adorado seas, oh Padre Maravilloso! P. Cosme Andrade Sánchez+