ORACIÓN “¡Confía en el Señor y haz el bien! ¡Establécete en la tierra y mantente fiel.” (Salmo 37: 3).
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
En este maravilloso inicio de semana, ¡Te saludamos, Padre Santísimo con un vibrante palpitar de nuestros corazones!
Guiados por la voz del Espíritu Santo, estamos ante Ti, Padre Bendito. Nuestros corazones muy a pesar de los acontecimientos mundiales nada gratos y tremendamente dolorosos,
que presagian el principio de dolores que anteceden a la Segunda Venida de Tu Hijo Amado, nosotros, Tus amigos, seguimos fielmente lo que el Espíritu Santo nos señala:
“¡Confía en el Señor! ¡Haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel!” (Salmo 37: 3). Si, Padre Santísimo, en medio de tantos peligros mortales que nos rodean; ante los ciclones devastadores;
ante los fenómenos metereogógicos que sorprenden a los mismos desiertos; ante las sequías que merman nuestra alimentación;
ante los terremotos que acaban con miles de vidas y destruyen ciudades enteras; ante la inmoralidad reinante que envenena a nuestra niñez y a nuestra juventud;
ante los excesos de la perversa lujuria; ante tantos brotes de injusticia; ante tantos brotes de guerra, que propician una nueva conflagración mundial.
ORACIÓN “¡Confía en el Señor y haz el bien!
Ante el surgimiento de dictadores enfermos de la mente e insaciables de poder y, ante el deterioro de las instituciones sagradas sentimos que no nos resta más que renovar, confesar y proclamar que solo en Ti,
ponemos toda nuestra confianza, porque los momentos históricos que nos ha tocado vivir, nos hacen afortunados.
En medio de tanta maldad, de tanta injusticia, de tanta inmoralidad y de guerras que destrozan tantas vidas inocentes, nos manifestaremos como bienaventurados porque en medio de todo este mar de confusión,
veremos cómo Tu mano omnipotente nos hace invisibles ante el mal, nos hace prosperar y nos distingue de manera especial y extraordinaria.
Caminamos en Tu presencia, llevamos Tu presencia y confiamos plenamente en Ti, de modo que ese espíritu de valentía, de esfuerzo y de heroísmo, nos previene y nos libra de todo mal. Si la muerte nos sorprende, sabemos que es ganancia y bendición.
¡Gracias, Padre Bendito! ¡Nos concediste vivir muchos años!
Los años que ya hemos gozado y que por lo menos rebasan las 7 décadas, nos han demostrado Tu gran bondad, Tu gran amor y Tu mano providente y generosa.
Es por ello que exclamamos con la misma voz del Espíritu Santo: “He sido joven y ahora soy viejo, ¡pero nunca he visto justos en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan! (Salmo 37: 25).
Esta profesión de fe nos conduce a vivir en la certeza de que todos los nuestros, tienen la fortuna de estar seguros de que Tú, ¡jamás los dejarás vivir en la mendicidad y en el desamparo! ¡Siempre gozarán de Tu amor, de Tu bondad y de Tu protección!
¡Gracias Padre Santísimo!
¡Cuán grato es despertar y elevar nuestro saludo y gozar de Tu presencia matinal! Eso nos rejuvenece, nos alienta, nos hace emprender el vuelo de las águilas y disfrutar las delicias de las alturas.
El sentirnos afortunados amigos Tuyos, Padre maravilloso, nos lleva a vivir en otra dimensión, propia de seres extraordinarios. Nos convierte en corazones que saben ser como Tú nos has educado en generosidad, en solidaridad, en compasión, en productividad y en amor apasionado.
Iniciamos esta nueva semana con Tu bendición, con Tu gracia divina y siempre fortalecidos e inspirados con Tu Palabra de Vida.
¡Bendito seas, Padre Amado! ¡En el Nombre de Tu Hijo Bendito, vamos a vencer todos los estorbos que nos impiden ser afortunados! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+