¡DIOS NO QUIERE LA MUERTE DEL PECADOR!”
Postrados ante Tu Trono Soberano, Tú, oh Padre justísimo, sin hablar, en ese profundo silencio, nos dices tantas cosas tan inefables, directas al corazón, sin pronunciar palabra alguna, porque todo lo que Te rodea, su misma presencia es imponente y demasiado elocuente por su entrañable significado. Es por ello que, en Tu gloria se intuye todo, porque es tan bellísimo todo y todos los que en ella existen, que aquí no se proclama la rectitud, porque aquí está el Trono de la Santidad, de la Justicia, de la Rectitud y del Derecho. Aquí en Tu reino celestial todo es perfecto, ya que aquí todos hacen y viven a la perfección Tu Divina Voluntad. Aquí, realmente LA SANTIDAD ES EL MÁS BELLO HORNATO DE TU CASA.
Aquí todos los rostros son y están alegres, porque aquí todos aman la justicia y desprecian la maldad haciendo todos TU DIVINA VOLUNTAD. ¡Eso es lo que anhelamos y en la oración a Ti dirigida, oh Padre Santo, proclamamos en la tierra: “¡HÁGASE TU VOLUNTAD, ASÍ COMO SE HACE EN TU DIVINA GLORIA!” ¡QUÉ DISTANTES ESTAMOS LOS HUMANOS, INDIGNOS HIJOS TUYOS DE OBSERVAR ESTA ORDENANZA DE TU HIJO AMADO!
Ante tanta perfección e inenarrable belleza del destello de Tu Rostro, ahora caemos a la razón el VER LA INSISTENCIA DEL ESPÍRITU SANTO, cuando proclama: “Si el malvado se arrepiente de todos los pecados que ha cometido, y obedece todos mis decretos y practica el derecho y la justicia, no morirá; vivirá por practicar la justicia, y, ¡Yo me olvidaré de todos los pecados que ese malvado haya cometido!” (Ezequiel 18:21-22).
Esa actitud que nos habla de Tu Gran Bondad, de Tu tremendo amor, de Tu Gran Misericordia y del Gran Interés que tienes por salvar a nuestra ingrata humanidad. Nos demuestras de mil maneras que, ¡JAMÁS TE COMPLACES EN CASTIGAR, EN VER SUFRIR Y MORIR AL MALVADO! Es tan increíble ese amor que tienes por ver en Tu gloria a todos los pecadores. Esa es la causa por la que enviaste a Tu Hijo Amado para que pagara todo el adeudo de nuestra humanidad, muriendo en la cruz y proclamando a todo el universo el inmenso y gran Amor que Tú, oh Padre, junto con Tu Hijo y con el Espíritu Santo tienen por nuestra pecadora humanidad: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; ¡Yo he venido para que tengan vida, Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA!” (San Juan 10:10).
Padre Justísimo: ¡Cuántas veces prestamos demasiada atención AL LADRÓN Y ENEMIGO DE NUESTRA SALVACIÓN, quien ha venido para arrebatarnos toda nuestra riqueza que de Ti hemos recibido! ¡Es increíble el ver que muchísimos hermanos nuestros, por ignorancia se apartan de la justicia y sin prejuicios se lanzan a arrebatar los bienes de sus prójimos, dejándolos en la vil miseria, sin darse cuenta que de esa forma pasan a engrosar las filas de los aliados del mal!
En estos días, oh Padre Santo, el mal se ha extendido como una metástasis invasora. Ahora ya prevalece LA MALDAD EN TODOS LOS NIVELES SOCIALES. Nosotros los cristianos nos hemos convertido en unas minorías. Pero a pesar de todo, nuestra fe se robustece, se ilumina y nos llena de esperanza, porque vivimos en la certeza de Tu amor que nos protege de todo mal y resuenan en nosotros las palabras de Tu Hijo Amado: “¡No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino!” (San Lucas 12:32).
Aunque las multitudes opten por la injusticia, por la maldad y hasta por la perversidad, que les proporción confort e importancia en medio de esta sociedad amante del éxito y, con tal de obtenerlo al precio que sea, nosotros, Tus siervos, oh Padre Justísimo, caminamos a Tu Reino luchando a diario por preservar la santidad, el amor, la justicia, la verdad, la comprensión y el perdón, porque amamos la Verdad, la Luz y la Vida. Sabemos que contamos con Tu Gran Amor, con Tu fortaleza, con Tu gracia y con Tu bendición y, ¡ESO NOS BASTA!
Padre Amado: ¡Úngenos con ese óleo del Espíritu Santo para que, orgullosos proclamemos: ¡Bendito eres, oh Señor, ilumíname con Tus mandamientos! Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+