“¡DEMOS A LUZ AL CREADOR INTEMPORAL!” ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: ¡que nuestro saludo sea para Ti, un glorioso despertar y una esperanza más potente que todas las del ayer!
En este tiempo de la PRENAVIDAD, nos asalta a nuestra mente esa interrogante que todos los seres humanos le hacemos a LA GLORIOSA VIRGEN MARÍA:
¿Qué fue aquello que te asombró de ese saludo celestial? ¿Qué es lo que pensaste, qué es lo que meditaste, qué es lo que contemplaste y qué es lo que te imaginaste durante todo ese tiempo de la gestación en tu vientre virginal del Dios y Hombre?
¿Qué gozo experimentaste, qué sentiste al estar en plena comunión de tu humanidad con todo el poder de la divinidad? Tu corazón estaba bien preparado,
bien iluminado y bien fortalecido para la recepción de ese misterio inexplicable de la encarnación del Verbo de Dios,
porque desde pequeña estuviste viviendo en ferviente oración en el Templo de piedra de Jerusalén, preparando Tu Templo viviente que inauguró la era de la gracia.
“¡DEMOS A LUZ AL CREADOR INTEMPORAL!” ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Tu respuesta fue tan excelsa y tan atinada que, se redujo al silencio maravilloso de quienes en verdad aman, viven, comulgan y manifiestan con sus actos la llenura, el esplendor,
el encanto y el poder creativo de la gracia. Sencillamente escuchamos del Espíritu Santo que nos responde lo que tú en verdad experimentaste:
“Mi asombro es que en el tiempo doy a luz al Señor de la eternidad y, ¡me es difícil comprender ese misterio! Porque: ¿Cómo una doncella virgen podría concebir?
¿Quién en el tiempo de la historia ha visto una concepción virginal? Pero cuando Dios lo decreta en Su Santísima voluntad, todo lo material se somete a Su inmenso poder.”
Padre Santísimo: ¡Cuánta enseñanza nos trae la encarnación de Tu Hijo Amado! ¡Cómo nos conmueve la virginal concepción! ¡Cómo nos asombra ese gran misterio incomprensible y fuera de toda lógica!
Este misterio nos lleva a pensar en la apremiante necesidad de hacer a diario un espacio para meditar, para contemplar, para visualizar todo cuanto anhelamos ante Tu divina presencia,
y con la luz del Espíritu Santo para que redunde en provecho espiritual y beneficie a muchos. Padre Santísimo: nuestra mente se pone a pensar:
La Virgen María, al aceptar Tu divina voluntad, la plenitud de la gracia fortalece su fe y la lleva a exclamar con valentía propia de un ser robusto en la fe: “¡Hágase en mí, según Tu Palabra!” (San Lucas 1:38).
Llegó el momento de que también nosotros Te presentemos esa respuesta tan vigorosa y bien reflexionada: ¡Hágase en nosotros Tu divina voluntad!
¡Llénanos de la hermosura de la gracia divina para que en nosotros se encarne el Señor y dejemos de vivir esa pobreza de fe e iniciemos una vida productiva, santa, poderosa y que proclamemos jubilosos: PADRE SANTÍSIMO: ¡LLENOS ESTÁN LOS CIELOS Y LA TIERRA DE TU GLORIA!
A partir de hoy, nuestra respuesta a Tu magnificencia divina será con la grandeza del inmenso poder de nuestra fe en Ti, a ejemplo de nuestra Madre Santísima,
quien no dudó jamás en ser capaz de que en sus entrañas se gestara Tu Amado Hijo. ¡No quiso ni pensar en su indignidad, sino en el poder de la gracia!
También nosotros, iluminados y fortalecidos por la gracia divina, vamos a hacer que, dentro de nosotros, allá en nuestro corazón, se geste, se encarne y viva Tu mismo Amado Hijo, para ser en verdad lo que Tú destinaste que fuéramos: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27).
El misterio que vivió la Santísima Virgen María nos hace proclamar: “¡Ha dado a luz al Señor! ¡La Virgen Madre de Dios en Belén de Judá!
Gracias, Padre Santísimo, por habernos inspirado a que, gestando a Tu Hijo Amado, ¡podamos proyectar a nuestros hermanos esa imagen y esa semejanza divina y así ser más semejantes a Ti! Con esa semejanza, nuestro mundo será más hermoso, más puro, más esplendoroso y más digno hogar de todos Tus hijos. Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+