CANCÚN SIGUE SIN RASTRO; IMPARABLE ECOCIDIO
Cancún sigue sin rastro, y se hacen grandes negocios con esta dramática situación de un millón de cancunenses, al traer carne de otros estados.
Se hacen grandes negocios con esta dramática situación de un millón de cancunenses, al traer carne de otros estados, por lo que no hay las mínimas intenciones de restaurarlo o de hacer uno nuevo.
CANCÚN SIGUE SIN RASTRO Y CONTINÚA EL ECOCIDIO
Rafael Santiago/La Chispa
El rastro de Cancún tenía condiciones insalubres al no contar con drenaje, y que en sus 22 años de funcionamiento sólo tuvo fosas sépticas y descargas directas al manto freático.
La calidad de los productos cárnicos ahí producidos, no era apta para consumo humano, pero fue avalada por todas las autoridades.
A 17 meses de haber sido clausurado, el rastro municipal sigue abandonado, mientras se realizan en la opacidad, millonarios negocios con el surtido de la carne para un millón de habitantes de la “Zona Atolera” de Cancún, al asignarle a discreción ese negocio a empresas “amigas”, a las que les va tan bien que nada se hace para construir otro nuevo.
Después de cuatro décadas de funcionar en las condiciones antihigiénicas que provoca el nunca haber tenido las mínimas condiciones de higiene (ni siquiera drenaje), el rastro de Cancún fue cerrado en febrero del año pasado, no por encontrar fallas las autoridades, sino por haber colapsado.
Cierto que la carne que ahí se maquilaba nunca fue apta para consumo humano, por manejarse en condiciones insalubres. Y si funcionaba con toda impunidad, era porque contaba con la complicidad criminal de todas las autoridades municipales, estatales y federales que le autorizaron todo tipo de permisos y le toleraban que no existiera la mínima verificación sanitaria.
En realidad, seguiría en funciones al amparo de la corrupción, ineficiencia y complicidad, pero para fortuna de los cancunenses, el desbordamiento de su pestilencia fue tal, que inundó la Guarnición Militar, que se encuentra a su costado, con abundantes desechos de sangre putrefacta y todo tipo de desperdicios cárnicos. Entonces, ante la queja de los soldados, que temían una epidemia en su cuartel, se tuvo que aceptar la gravedad de la situación y se clausuró de manera definitiva.
ECOCIDIO IMPUNE
La ciudad de Cancún se fundó hace 52 años y el rastro se construyó en 1980, desde entonces estas instalaciones han estado con deficiencias sanitarias. Desde entonces solamente había grandes cisternas que servían como digestores y los excedentes se tiraban al manto freático donde se toma el agua que beben todos los habitantes. Todo un círculo vicioso de contaminación y degradación de la calidad de vida de más de un millón de habitantes. Un ecocidio que todavía está impune.
Algo denigrante para un destino turístico que está en el top ten mundial, como Cancún, cuya zona “atolera”, donde vive el pueblo, tiene más de un millón de habitantes, y es uno de los polos turísticos más importantes del mundo, que genera multimillonarios ingresos.
Es impensable que se tuviera un rastro sucio y antihigiénico sin drenaje, con lo que se violaron las más elementales leyes sanitarias, ambientales y por si faltara algo, se la acusaba de maltrato animal por la forma violenta y salvaje con que se sacrificaban semanalmente 130 reses, 300 cerdos y 60 borregos.
El Reglamento para la Prestación del Servicio Público de Rastro en el Municipio de Benito Juárez, como una burla a la población, obligaban en el papel a que el rastro tuviera sistema de tratamiento de aguas negras, área para carnes no aptas para consumo, horno crematorio, área de congelación, un cárcamo donde se depositarían y fermentarían los pestilentes desechos y se bombearían a un lugar de descarga, además de contar, como algo básico y elemental, con un sistema de drenaje.
El rastro siempre fue un lugar insalubre que mantenía sus aguas negras en grandes cisternas, siempre desbordadas desde los inicios de sus 20 años de existencia, por lo que era “normal” que se vertiera parte de ellas al manto freático. Además, por estar dentro de la mancha urbana, rodeado por desarrollos inmobiliarios, se tenían constantes quejas de los vecinos que denunciaban el terrible riesgo en la salud pública por el sucio manejo y el pestilente e insoportable hedor que salía de sus instalaciones.
MAFIOSA COMPLICIDAD
En 1997 fue la única vez que quiso hacer limpieza. Se quiso sacar toda la sangre putrefacta y llena de gusanos, en el primer intento se utilizó unas pipas de diez mil litros. Al remover los desechos para llenarla, se provocó una pestilencia insoportable a varias cuadras a la redonda, hubo airados reclamos airados de la población. Se suspendieron las acciones y después se fue a tirar lo recolectado lo más lejos que se pudo y se tuvieron que utilizar toneladas de cal para contener la peste que provocaban los gusanos, bacterias y todo tipo de lixiviados.
Los funcionarios se hacían como el tío Lolo, por décadas se habían tapado la nariz y llenado sus bolsillos con pagos a la mano, sin importarles poner en peligro a la población. Contaban con la autorización la Secretaría de Salud, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sagarpa) y la Comisión Federal para Riesgos Sanitarios (Cofepris).
Se supone que algo debió hacerse desde la Secretaría de Obras y Servicios Públicos; o desde la empresa descentralizada Operadora y Administradora de Bienes Municipales, S.A. de C.V. (Opabiem), que desde 1993 tuvieron el control del rastro que por sus condiciones paupérrimas fue motivo de vergüenza internacional.
A quien le tocó clausurarlo, fue al entonces secretario general del ayuntamiento, Jorge Aguilar Osorio, quien en febrero de 2023 mintió a todo, dijo que se cerraba porque se le iba a dar mantenimiento urgente para su buena operación sanitaria, lo que a más de año y medio no ha ocurrido; que se traerá carne de Tizimín, del vecino estado de Yucatán, y que no se encarecerá, aunque se guardó bien de mencionar cuáles son las empresas que manejarán el jugoso negocio de carne para un millón de habitantes. Y un seguro efecto colateral es que se expandirán los insalubres rastros clandestinos, el tráfico que se realiza en neveras o bolsas, que son entregados a taquerías y expendios.
Por cierto, los 40 trabajadores, que laboraban en condiciones infrahumanas, fueron despedidos, con liquidaciones menores a las correspondientes por ley, bajo presiones de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje.
El rastro de la corrupción existe, aunque el rastro municipal haya cerrado sus instalaciones.