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ORACIÓN: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero´´ (Salmo 119:105)

ORACIÓN: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero´´ (Salmo 119:105)

ORACIÓN: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero´´ (Salmo 119:105)

ORACIÓN: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero´´ (Salmo 119:105). ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

ORACIÓN: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero´´

Padre Santísimo: ¡Qué hermoso es saludarte muy de madrugada! Eso es lo que nos conduce a ver, a gozar y a disfrutar el más bello amanecer de cada día. Nos hace seres contemplativos que se aprovechan de Ti, que al pensar en Ti y ante Tu mirada divina, esa luz del Espíritu Santo, nos hace crecer y ya no estar suplicantes como niños que tienen hambre y sed. Nos hace pasar al grado que nos indica Tu Hijo Amado: “Pidan y se les dará; BUSQUEN Y ENCONTRARÁN; llamen y se les abrirá.” (San Mateo 7:7).
Ahora nos encontramos en el segundo grado, que es: “¡BUSQUEN Y ENCONTRARÁN!” El ayer de nuestra infancia espiritual, ha pasado. El presente nos da la oportunidad de que estando siempre en Tu presencia, viendo la inmensa riqueza que Tú has dispuesto para Tus hijos, con toda confianza y con todo derecho tomemos lo que nos falta para vivir en santidad, en justicia, en bondad, en abundancia y en poder, ¡pero siempre bajo Tu mirada paternal! ¡Siempre pensando en cómo ser útiles a nuestros prójimos! ¡Siempre dispuestos a salir al encuentro de quienes padecen, sufren, carecen de algo y lloran de impotencia, para tenderles la mano levantándolos y dignificándolos.
En esta segunda etapa de nuestro crecimiento espiritual, la luz del Espíritu Santo nos conduce con aplomo, con prudencia y con sabiduría a tomar decisiones propias de seres adultos en la fe. Nos hace conscientes de ser quienes somos, ser capaces de tener iniciativa y arrebatar lo que nos pertenece. Sencillamente, veamos cómo la mujer cananea, la que padeció durante doce años una mortal hemorroides, deja de pedir y de suplicar; y su fe la hace sacar de su enfermedad, de su desaliento y de su debilidad extrema, ¡la sabia decisión de arrebatar su salud! Ella fue atravesando las altas montañas del Líbano hasta tocar el manto de Cristo. ¡No fue a suplicarle un milagro! ¡Fue a arrancarle su milagro! ¡Fue a arrojar su enfermedad y a encontrarse con la Vida! ¡Fue a demostrarnos cual debe ser nuestra actitud, para que dejemos de ser seres que solo saben quejarse, lloriquear, causar lástima y sufrir por ignorancia!
Padre Santísimo: ¡Qué pena causamos los cristianos cuando ni viendo atinamos! Nos asemejamos a esos futbolistas despistados que, teniendo la segurísima oportunidad de anotar un gol o de tirar un penalti, ¡lo fallan de manera ridícula! Nosotros los cristianos deberíamos ser los más afortunados, los más sabios, los más inteligentes, los más ricos, los más famosos, los más superdotados y los más atrevidos. ¿Por qué nos sucede todo lo contrario? ¿Por qué solo unos cuantos logran sus objetivos, sus sueños, sus ideales y sus proyectos? La respuesta la encontramos en que no pasamos del primer grado en la fe. Aún para un partido Te pedimos ganarlo, en vez de ofrecértelo para que veas nuestro valor, nuestra seguridad y nuestro esfuerzo. ¡Nos quedamos atrapados y entrampados en el primer grado! ¡No hemos dejado la infancia espiritual! Y todo esto se debe a que vivimos UNA RELIGIOSIDAD PERNICIOSA QUE NOS IMPIDE LLEGAR AL “BUSQUEN Y ENCONTRARÁN”.
Hoy venimos decididos a tomar todo cuanto necesitamos, a arrebatar lo nuestro, a dejar de ser los conformistas, atenidos y mantenidos con las migajas del ayer. Hoy Padre Bendito, nos movemos en un ambiente de confianza, porque tenemos una franca y bellísima amistad contigo, gracias a que Tu Hijo Amado, nos ha conducido hacia Ti y también gracias a que Tu Espíritu Santo nos ha iluminado, capacitado y fortalecido.
Padre Santísimo: ¡Qué tarde Te hemos conocido! ¡Cuánto tiempo pasamos subsistiendo, sufriendo, penando, llorando y suplicando! Todo ello debido a que NO NOS ATREVIMOS A LEER con toda la atención que merece Tu Palabra de Vida. Muchos hemos leído y escuchado Tu Palabra, pero sin la Luz del Espíritu Santo. Hoy ese salmo que nos ofrece el Espíritu Santo es el que nos iluminará y hará que nosotros tengamos bien abiertos los ojos del espíritu para ver, palpar, gozar, aprovechar de Tu presencia y de Tu amistad increíblemente maravillosa.
¡Bendito seas, Padre amante único de nuestra humanidad! Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+


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