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ORACIÓN ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

ORACIÓN ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

ORACIÓN ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD! Padre Santísimo: ¡Qué fría madrugada en la tierra del sol! Sin embargo, ¡Te saludamos con una actitud fervorosa!

De una cosa estamos plenamente seguros: ¡Ni el invierno más crudo apagará nuestro fuego del don divino que en nosotros has depositado! ¡Queremos que esa energía divina del Espíritu Santo, quien mora en nosotros,

cada día que pasa se convierta en un fuego que queme y reduzca a cenizas cualquier vestigio de incredulidad, de temor y de impotencia! Entre más baje la temperatura, ¡más nos encenderemos!

¡Más fuerte y devorador será el fuego divino que nos purificará! Ante Tu mirada satisfecha apareceremos, oh, Padre Santísimo, ¡como esas zarzas vivientes, pero siempre ardientes! ¡Cada día que pasa será un caminar de gloria en gloria, desde la alborada matinal hasta llegar a la plenitud meridiana esplendorosa y ardiente!

Padre Santísimo: Tú nos has dado al Espíritu Santo para que viva en nuestro interior y por nuestra ignorancia, no nos damos cuenta lo que significa el tenerlo.

¡Hoy despertamos a UN PENTECOSTÉS MÁS EFUSIVO, MÁS ESPLENDOROSO Y MÁS POTENTE! ¡QUÉ HERMOSO ES TENER ESTE GLORIOSO AMANECER! Con un corazón humilde reconocemos nuestra indignidad y le pedimos perdón por nuestra ignorancia y muy a pesar de nuestra edad,

nos ponemos a su entera disposición para que se manifieste plenamente en nosotros, porque Sus Palabras en boca del Apóstol resuenan con toda nitidez: “Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos.” (2a. Timoteo 1:6).

 ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

Hoy, en este momento de gozar de Tu presencia, Padre Santísimo, reiniciamos y conformamos nuestra actitud consciente de ese Señor y Vivificador que está en nosotros para hacer de nuestra vida,

todo un feliz acontecimiento, porque Él, nos trae a la memoria esa gran verdad: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2a. Timoteo 1:7).

Espíritu Santo, así como Tú estás viviendo en nuestro interior y nos conviertes en TEMPLO VIVIENTE DE LA GRACIA, EN NAVE SANTIFICADA, EN ESPIRITUAL PARAÍSO Y EN ORGULLO DE LA TRINIDAD SANTÍSIMA,

confesamos que ese don que Tú nos das no es ni pequeño, ni más o menos grande, sino que está en toda su dimensión, en toda su grandeza y en todo su esplendor.

Es por ello que, hoy comenzamos un nuevo despertar a esta nueva alborada que entre más avanza el día, más resplandece, más brilla, más grande es su llama y más nos purifica para que la gracia divina se derrame en favor de nuestros hermanos.

Tú, Divino Espíritu, estás en nuestros corazones en Tu plenitud, en Tu esplendor, en Tu generosidad y en Tu magnificencia.

Por esa razón, vamos a vivir este día entero en santidad, en justicia y desterrando toda timidez, desplegando en nosotros todo el poder que en Ti tenemos,

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y el Amor que de ti gozamos para convertirlo en la fuerza omnipotente que todo lo vencerá, porque iremos justificados en Cristo, tal como Tú nos muestras el futuro: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Proverbios 4:18).

Aunque el día perfecto está en el día sin ocaso, aún en nuestros días exclamaremos y proclamaremos: “Este es el día que hizo el Señor; ¡Nos gozaremos y alegraremos en él!” (Salmo 118:24).

Por ese fuerte impulso que de Ti recibimos, no nos cansaremos de anunciar que, Tú, Padre Santísimo, nos amas, porque no aparecimos en la tierra como un accidente de la vida, o por un mal dormir de nuestros padres,

sino porque Tú, desde la eternidad nos hiciste existir en Tu mente, nos amaste desde el principio y nos predestinaste a brillar como astros en Tu divino firmamento.

En Nombre del Padre Santísimo, por la fuerza omnipotente de la Sangre de Cristo y por la gracia purificadora del Espíritu Santo, exclamamos con el corazón palpitante de amor:

¡Este es el día que Tú has hecho, Trino Dios! ¡Nuestra alegría destila el gran poder del inmenso amor divino en favor de todos nuestros hermanos! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+


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