Migrantes, portadores de esperanza y protagonistas de una misión global


En un mundo marcado por la violencia, las crisis climáticas y la desigualdad, el Papa León XIV ha emitido un mensaje en el marco de la 111.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, en el que propone una visión transformadora de los migrantes como misioneros de esperanza, en medio de una sociedad global cada vez más fragmentada.
Más allá de los números o estadísticas, el Pontífice subrayó que los migrantes son testigos vivientes de fe y resiliencia, capaces de revitalizar a las comunidades que los reciben. “Con su entusiasmo espiritual y su dinamismo, pueden contribuir a revitalizar comunidades eclesiales rígidas y cansadas”, afirmó.
En un mensaje que vincula profundamente la dimensión espiritual del éxodo humano con la misión evangelizadora de la Iglesia, León XIV destacó que los movimientos migratorios no sólo deben ser vistos desde el ángulo del conflicto o la asistencia humanitaria, sino como parte de un llamado divino más amplio. “La búsqueda de la felicidad —y la perspectiva de encontrarla en otro lugar— es una de las principales motivaciones de la movilidad humana contemporánea”, señaló.
El Papa también invitó a las comunidades receptoras a dejar de ver la migración como una amenaza y comenzar a reconocerla como una oportunidad para la renovación espiritual y social. Reiteró que cada encuentro con un migrante es una posibilidad de hospitalidad divina: “Gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles”.
Además, hizo un llamado a las iglesias locales a facilitar caminos de integración y evangelización conjunta, reconociendo que muchos migrantes católicos llevan consigo una fe viva que puede enriquecer los espacios donde la práctica religiosa ha perdido fuerza.
Migrantes, portadores de esperanza y protagonistas de una misión global
El mensaje, enmarcado en el Jubileo de los migrantes y del mundo misionero, también tuvo un fuerte componente profético. El Papa León XIV advirtió sobre el riesgo de una Iglesia “sedentaria”, desconectada de su vocación peregrina, y recalcó que el movimiento, tanto físico como espiritual, forma parte esencial de la vida cristiana: “Nosotros somos ciudadanos del cielo”, recordó, citando a San Pablo.
Finalmente, en un gesto de cercanía, León XIV encomendó a todos los migrantes y a quienes los acompañan a la Virgen María, “consuelo de los migrantes”, para que su esperanza siga iluminando el camino hacia un mundo más justo, fraterno y semejante al Reino de Dios.
La Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de este año no solo reafirma el compromiso de la Iglesia con los más vulnerables, sino que propone una narrativa profundamente espiritual y humana: los migrantes no son solo víctimas o beneficiarios de caridad, sino agentes activos de esperanza y transformación.