La última peregrinación de Francisco


Una despedida litúrgica con resonancia universal
Ciudad del Vaticano, 26 de abril de 2025. La Misa Exequial del Papa Francisco, celebrada este sábado en la explanada de la Basílica de San Pedro, marcó no sólo el inicio de los Novendiales, sino también el final de un pontificado que se distinguió por su sencillez, cercanía pastoral y búsqueda incansable de una Iglesia para los pobres. Esta ceremonia, profundamente simbólica, fue también una manifestación global del impacto espiritual y humano del pontífice argentino.
Más allá de los ritos litúrgicos, la misa se convirtió en una peregrinación colectiva, donde miles de fieles llegados desde los cinco continentes, así como decenas de jefes de Estado y líderes religiosos, se reunieron en torno al féretro de Francisco. No era sólo un acto de despedida, sino una afirmación universal de unidad, fe y esperanza.
El tono esperanzador de la liturgia destacó dos dimensiones fundamentales: la certeza cristiana en la Resurrección y el reconocimiento del Papa como sucesor de Pedro. En ese marco, la elección del Evangelio de Juan —“Apacienta mis ovejas… ¡Sígueme!”— reforzó el legado de un pontífice que, como pastor, no se alejó nunca del rebaño.
Las lecturas, pronunciadas en diversos idiomas, y las plegarias de los fieles, elevadas en francés, árabe, portugués, polaco, alemán y chino, reflejaron no sólo la universalidad de la Iglesia, sino también el compromiso de Francisco con el diálogo interreligioso, la justicia social y la dignidad humana sin fronteras.
La última peregrinación de Francisco
El uso del color litúrgico rojo —propio del martirio— ofreció una dimensión mística: la sangre derramada por amor a Dios. No porque Francisco haya muerto mártir, sino por su entrega diaria, por su lucha contra las desigualdades, por su opción radical por los excluidos. Su pontificado fue, en muchos sentidos, una forma contemporánea de martirio pastoral.
La procesión final, con el Magnificat como telón de fondo, marcó el traslado del féretro hacia la Basílica de Santa María la Mayor, donde será sepultado junto al ícono de la Virgen Salus Populi Romani, símbolo de su devoción mariana y de sus primeras y últimas oraciones como Papa.
Los Novendiales continuarán durante los próximos ocho días, con celebraciones presididas por cardenales que colaboraron estrechamente con él, y representaciones de distintas realidades eclesiales. Estas misas no sólo honran su memoria, sino que también sostienen a una Iglesia que hoy camina entre el luto y la esperanza.
La muerte de Francisco marca el final de una era, pero su legado ya se proyecta más allá del tiempo. En la ceremonia de hoy, la Iglesia no sólo despidió a un Papa; el mundo entero rindió homenaje a un hombre que conmovió a creyentes y no creyentes, con un mensaje simple y profundo: “Recen por mí”.