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Conmoción en la comunidad científica israelí tras ataque iraní a centro de investigación

Conmoción en la comunidad científica israelí tras ataque iraní a centro de investigación

Conmoción en la comunidad científica israelí

El reciente ataque iraní al Instituto Weizmann de Ciencias ha generado una conmoción en la comunidad científica israelí sin precedentes. Lo que era un centro de excelencia científica se ha convertido en el blanco de una escalada bélica que ya no distingue entre lo militar y lo académico. Este hecho marca un giro alarmante en la relación entre ciencia y conflicto armado en Medio Oriente.

Conmoción en la comunidad científica israelí tras ataque al Instituto Weizmann

Durante años, Israel ha apuntado a científicos nucleares iraníes como parte de su estrategia para frenar el avance del programa nuclear de Teherán. Pero ahora, el péndulo ha oscilado. Con el conflicto directo entre Irán e Israel intensificándose, el mundo fue testigo de cómo un misil impactó directamente en uno de los centros científicos más prestigiosos de Israel.

Este ataque no solo dañó instalaciones, sino que provocó una auténtica conmoción en la comunidad científica israelí, que ve cómo el conocimiento se convierte en un campo de batalla más.

Una guerra que ya no distingue fronteras ni disciplinas

La guerra encubierta entre Israel e Irán lleva años gestándose. Desde asesinatos selectivos hasta ciberataques, el campo de batalla ha sido extenso. Pero la pregunta de fondo sigue siendo: ¿Por qué Israel e Irán están en guerra? Las tensiones geopolíticas, los intereses nucleares y la lucha por el dominio regional han sido los principales detonantes.

El ataque al Instituto Weizmann representa un nuevo tipo de agresión, donde la guerra se libra también en los pasillos de la ciencia y la investigación.

símbolo del progreso científico israelí

Weizmann: símbolo del progreso científico israelí

El Instituto Weizmann de Ciencias, fundado en 1934, es un referente internacional. Con colaboraciones globales, premios Nobel y avances tecnológicos, representaba el orgullo científico de Israel. Ahora, se encuentra entre ruinas.

“Es una victoria moral para Irán”, declaró el profesor Schuldiner, al lamentar la destrucción de su laboratorio.

El laboratorio de Schuldiner, especializado en biología celular y neurociencia, albergaba miles de moscas genéticamente modificadas usadas para investigar el autismo y la esquizofrenia. Todo quedó reducido a cenizas.

Instalaciones devastadas: consecuencias irreparables

Dos edificios fueron impactados: uno en uso, otro aún en construcción. Decenas más sufrieron daños colaterales. Ventanas rotas, techos colapsados, paredes chamuscadas. Así luce ahora lo que antes era una joya del conocimiento.

“Este era el trabajo de vida de muchas personas”, afirmó el profesor Fleishman.

La conmoción en la comunidad científica israelí es tan profunda como la pérdida de datos, muestras, equipos e investigaciones irrepetibles.

Weizmann, como otras universidades israelíes, colabora con el sector defensa, incluido Elbit Systems. Esa cercanía pudo convertirlo en objetivo militar. Sin embargo, expertos como Yoel Guzansky insisten en que este ataque es un claro mensaje de represalia:

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“Ustedes atacan a nuestros científicos, nosotros atacamos a los suyos”.

Además, este ataque pone en la mira a científicos en otros centros del país. La ciencia ha dejado de ser un terreno neutral.

La raíz nuclear del conflicto

Israel ha sido acusado de atacar instalaciones nucleares iraníes y asesinar a científicos clave. En respuesta, Irán ha activado operaciones similares. El año pasado, una red iraní fue desmantelada justo antes de ejecutar un atentado contra un científico del Instituto Weizmann. El reciente ataque puede verse como una continuación de esos intentos fallidos.

Ahora, la guerra ha cruzado líneas rojas que podrían tener consecuencias impredecibles a nivel global.

Más allá de la infraestructura destruida, el golpe más duro es simbólico. El conocimiento, la investigación, el progreso, se ven atacados en su esencia. La reconstrucción llevará años, si es que llega a ser posible.

El temor a nuevos ataques podría frenar la innovación, provocar la fuga de cerebros y dañar la reputación internacional de Israel como potencia científica. La conmoción en la comunidad científica israelí es solo el comienzo de una crisis más profunda.


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