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ORACIÓN “¡Ante la grandeza divina tus problemas no son nada!”

ORACIÓN “¡Ante la grandeza divina tus problemas no son nada!”

¡Qué bendición tan grande es madrugar para saludarte!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Ante la grandeza divina. Padre Santísimo: ¡Qué bendición tan grande es madrugar para saludarte!
Ante el gran poder divino, ¡nada se compara en este mundo tan lleno de problemas.

de obstáculos, de malas noticias, de inestabilidades de toda clase, de vaivenes serios en la economía, de gobiernos irresponsables, de contrasentidos en las iglesias cristianas, de oleadas de gentes que migran a otros países.

De falta de oportunidades, de bajísimos salarios, de jueces corruptos, de abusos de toda clase, etc., etc.! El gran poder divino hace que todo lo que es un caos, un tremendo e inconmensurable desorden e injusticia, está siempre obrando a nuestro favor para que esos nefastos males.

Se conviertan en una oportunidad de renovación, de crecimiento e increíbles oportunidades para quienes estamos al amparo de ti, padre santísimo, bajo la iluminación y la paz del Espíritu Santo.

Padre Santísimo: en los tiempos de las grandes crisis, de las mil dificultades y de los imposibles, es cuando, nosotros, los iluminados por la gracia del Espíritu Santo, los revestidos de Cristo gozamos de tu amor, de tu benevolencia, de tus favores.

“¡Ante la grandeza divina, tus problemas no son nada!”

De tus riquezas y de tu amplia protección, para arrebatar, para aprovechar, para demostrar cómo en medio de la tormenta nos concedes visión para salir altamente beneficiados. En estos momentos tan convulsionados y críticos, tus hijos somos los únicos que, en vez de ver dificultades, encontramos grandes soluciones, grandes remedios y todo lo malo, lo ruinoso, lo inservible y desechable.

Lo transformamos en grandes valores. Desde tiempos inmemoriales nos declara el Espíritu Santo: “Yo hago algo nuevo, AHORA ACONTECE; ¿NO LO PERCIBEN? Aun en los desiertos haré camino y ríos en los lugares desolados”. (Isaías 43:19).

¡Tu Palabra sigue con un vigor de dimensiones jamás imaginadas! día tras día, ¡TODO LO RENUEVAS! Andar fuera de tu presencia divina es ser parte del problema, de lo caótico, de lo sin solución y del desastre. En cambio, el vivir bajo Tu amparo y revestidos del poder de tu divino hijo.

Es encontrarse en las alturas celestes y con los pies en el suelo, pero arrebatando soluciones trascedentes, llenas de sabiduría, de cálculo y de descomunal provecho.

Quienes se alejan del amparo de ti, Padre Santísimo, se encuentran extremadamente limitados, impotentes y en inminente peligro de perder sus fortunas, de arruinar su salud, su paz y su tranquilidad, porque fuera de Ti, NO HAY SALVACIÓN, NO HAY ESPERANZA, NO HAY SEGURIDAD Y ¡NO HAY AUXILIO ALGUNO!

Un día solo en tus santas moradas vale más que mil fuera de ellas, porque el Espíritu Santo nos confirma y reafirma el alto valor que nos confiere el vivir en Cristo, el estar revestidos de él y el estar llenos de él: “de modo que, si alguno está en Cristo, NUEVA CREATURA ES; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.” (2ª. Corintios 5:17).

Padre Santísimo:

¡Cuán invaluable es el vivir lleno del amor de tu hijo amado! Es tan valioso el estar en Cristo, porque tu mirada siempre estará fija en nosotros por ese amor que tienes para quienes reflejamos con nuestra actitud LA PRESENCIA DE CRISTO para restaurar todas las cosas y actividades en él.

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Cuando el mundo entre en un período de más desorden, de más desaliento, de la ausencia de toda esperanza, de ver que el mismo campo ya no produce alimentos, de ver las fuentes de aguas actuales casi agotadas y envenenadas, el aire se torne irrespirable.

Las plagas, las epidemias, las guerras y el crimen diezmen la población, los gobiernos se declaren incompetentes e impotentes y la economía se colapse, quienes sobrevivan verán el milagro divino: “Ciertamente el SEÑOR consolará a Sion, consolará todos sus lugares desolados.

Convertirá su desierto en edén, y su yermo en huerto del SEÑOR; gozo y alegría se encontrarán en ella, acciones de gracias y voces de alabanza.” (Isaías 51:3).

Padre Santísimo: ¡cuán grande y maravilloso eres y serás con quienes en ti nos fortalecemos, de Cristo nos revestimos y nos ilumina la Luz radiante del Espíritu Santo!

¡Alabado, glorificado y exaltado será tu nombre y el nombre de quien vino a salvarnos en tu nombre! Amén.P. Cosme Andrade Sánchez+


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