Un halcón nos vigila


El nombramiento de Ron Johnson como embajador de Estados Unidos en México, puede interpretarse como una manera directa de usurpar funciones del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. La tradición injerencista de los diplomáticos. Espías estadounidenses tienen en la seguridad una especial obsesión por moldearla a su conveniencia, para lograrlo deben invadir áreas que son clave en la seguridad nacional de otros países.
Con la contribución de la oposición mexicana, la percepción de quienes consideran la inseguridad como el problema principal de México, es adoptada sin miramientos por la política del Departamento de Estado, grupo de choque de la Casa Blanca.
El vecino del país con mayor número de adictos en el mundo no puede ser pacífico cuando se trata de combatir el tráfico de las drogas. Nunca lo ha sido y menos ahora que ya superaron los 50 millones de adictos, y requieren satisfacer una demanda de la séptima parte de la población.
Para los estadounidenses inseguridad es sinónimo de narcotráfico y narcotráfico para los radicales de México y Estados Unidos es sinónimo de terrorismo; sin embargo, los terroristas podrían ser unos niños de pecho, comparados con los 50 millones de adictos sin droga para consumir, infiltrados en las calles, en los barrios, en las universidades.
Con las drogas sucede lo mismo que con los inmigrantes, los necesitan como mano de obra barata pero no los dejan pasar la frontera. Contradicción que sirve más de chantaje disfrazado de misión diplomática que de una realidad tangible.
Lo cierto es que Estados Unidos requiere drogas e inmigrantes, pero se niega a reconocerlo porque considera que es la parte oscura de historia y hace de su frontera un cheque en blanco para imponer sus caprichos y mantener ventaja sobre el resto de los países, sobre todo aquellos con gobiernos sumisos, como lo fue México en algún tiempo.
La llegada de Trump a la comandancia de la Casa Blanca anuncia una diferente relación con México, aunque en su primera etapa, como presidente del vecino país, mantuvo una relación amistosa con el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, su visión de la autonomía mexicana respecto a la vieja tutoría que mantuvo su país sobre México no la tiene todavía muy clara. Han sucedido muchas cosas en esta relación inevitable hasta el 20 de enero de 2021. Es decir, hubo gobiernos paralelos por tres años aproximadamente.
Sabemos que el conocimiento no es lo suyo sus estudios son equivalentes a la preparatoria, y difícilmente una persona tan pragmática entendería algunos términos que en lenguaje de los empresarios de bares y casinos están de más.
Las agresiones sexuales de las que ha sido acusado Trump hablan de la manera que valora a las mujeres. Son pocas las que tiene en su gabinete y pareciera querer erradicarlas de cualquier cargo público. Con estos antecedentes tener que lidiar con una mujer como presidenta de México resulta no solo un reto sino un conflicto para la misoginia patológica del presidente electo del vecino país.
Más aún cuando venció en las elecciones a una mujer, ante quien mostró la superioridad del varón en unas elecciones desiguales y con graves antecedentes legales de Trump, quien todavía es señalado como agresor sexual y ha quedado plasmado en películas como “Ella dijo”, donde también se le señala como enemigo de la libertad de expresión en una historia basada en la vida real.
Hace algunos años, no muchos, por cierto, los presidentes de Estados Unidos decidían al presidente de México y su gabinete. Ahora, no le será tan fácil para Trump trabajar con México, sobre todo que tiene la necesidad de demostrar que el imperio no está en decadencia, e intentará reconquistar espacios y territorios perdidos como en época de los bárbaros.
Trump ya tiene formados a los enemigos y aliados. A más de un mes de tomar posesión ya tiene trincheras activas, enemigos alerta y amistades condicionadas. La torpeza a la que conduce el desconocimiento de la política, lo coloca en los medios pero con una imagen deteriorada, una trayectoria oscura y un futuro incierto.
Como nunca antes Trump se volvió previsible en su afán protagónico por figura como el emperador del mundo. Ahora, es fácil saber cómo llevará la política de un país que por lo sorpresivo de sus decisiones infundía miedo, ahora, ante un espectáculo senil, mueve a comedia.