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Un día después del zipizape

Un día después del zipizape

Un día después del zipizape

La historia es como una destilación del chismorreo. Camelot.

A Alfredo Di Stefano, cuando jugaba con Real Madrid le preguntaron qué hacer para la buena marcha del equipo. ‘Conque te falle uno en el vestidor, la cosa se jode’, contestó La Saeta. Eso mismo le ocurrió a Marko Cortés cuando, sorpresivamente, al contar la alineación del equipo notó que le faltaba un jugador, pieza clave en ese engranaje donde los votos se iban a contar y no debía faltar ninguno. Fin de la anécdota.

Ayer en la tarda senatorial, cuando todos nos preguntábamos dónde carajos estaba Yunes Márquez, aparecieron ambos. El titular pide licencia y se ausenta un momentico para ir al doctor, el padre, que cubre la cancha, entra al Senado a tomar protesta como titular, por un ratillo. Su entrada fue triunfal. La gente de Morena le aplaudía. Cuando Adán Augusto lo vio venir, subió dos escalones senatoriales y le brindó un abrazo. No era el abrazo de Acatempan, era la revelación de que algo había pactado y platicado, aunque Miguel Ángel padre lo niegue. Del otro lado, en la bancada azul, los gritos de Traidor llenaban ese espíritu senatorial. ‘¿Tú también, Brutus?’, se habrá escuchado. Hubo más tarde pancartas: ‘Yunes, traidor, te vendiste al Dictador’. Esa mañana, Yunes tomó el micrófono y se volvió una pelea como la del Canelo este mes septembrino, contra Marko Cortés. Pocos sabían del enojo de los Yunes hacia el presidente nacional panista. Atrás quedaron los días en que juntos rememoraron grandes batallas. ‘El traidor eres tú’, le gritaba Yunes Linares. Y Marko quizá recordaría el tuiter en X de Joaquín López Dóriga, cuando lo pendejeó y le escribió que jamás se deben dar las candidaturas a dos familiares. De allí ese laberinto dónde Marko no pudo salir.

La suerte estaba echada (alea iacta est), como cuando lo dijera Julio César.

La tarde transcurría. Las protestas afuera se enmarcaban. Hubo una revuelta de infiltrados y tomaron el Senado, algunos pensábamos que lo iban a quemar, para que se fuera la mala suerte. Poco más tarde volvieron a aparecer juntos, Yunes padre e hijo. Les tomaron foto sonriendo al lado de nuevos correligionarios. Y Yunes Márquez estaba listo para tomar la tribuna, ahora él, expresar y gritar con fuerza que votaría a favor de la Reforma, es decir, con Morena, con AMLO, con la Sheinbaum, con todo lo que sonara a revolución, a dictadura y a totalitarismo. Entonces, las campanas de los pueblos tañeron, algunas en luto, otras en sentimiento. Los mensajes en las redes comenzaron a surgir. ‘Nunca lo pensé’, se extrañaban unos. ‘Siempre fueron oposición y con fuerza’, decía otro. “El tiempo dirá”, remató Yunes Márquez su discurso, cuando refrendó que estaba en la otra orilla, en el otro lado. Atrás quedaron los días de persecución, de las afrentas al presidente, de ser oposición a pasar quizá a respirar un poco de tanto asedio oficial del estado y la federación. “Se requiere más valor para ir contra la corriente, que montarse en ella”, afirmaba ChkiYunes,

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La tarde caía, con su voto ese arroz estaba cocido. Uno pajareaba en la tele, porque a esa hora era el debate de Kamala Harris y el locochón Donald Trump, y ni modo de perderse el sentido del voto. En otro canal, México se la rifaba contra Canadá. Nada importaba. Todo se derrumbó, dentro de mí, cantaría Emanuel. El País tituló: “La acorralada familia Yunes, el aliado inesperado de Morena”. Otro: “Los Yunes generan una crisis interna en el PAN y ponen contra las cuerdas a Marko Cortés”. Sheinbaum: “La historia se lo va a reconocer a Yunes”. AMLO: “Justifica el respaldo de Yunes a la Reforma Judicial”.

En la madrugada, dijeron los que se desvelaron, vino el voto de Yunes Márquez, y en Palacio Nacional respiraron por ese voto histórico. Yunes se marchó y a su barco le llamó libertad. La historia lo juzgará, sin duda, hoy de traidor no lo bajan, porque en la historia, dijera Camilo José Cela: “Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen”.


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