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Tecnología fractura el humanismo

Tecnología fractura el humanismo

Tecnología fractura el humanismo
Por José García Sánchez

La tecnología irrumpe en el cambio generacional de los conservadores como púnico camino al desarrollo, la aparición de las redes sociales, los avances científicos, la inteligencia artificial marcan, como nunca antes, la división de generaciones entre las filas reaccionarias del mundo, principalmente de América Latina.

Generaciones de empresarios, de clases medias que se autodenominan pro empresariales, y toras lindezas de los aspiracionistas las nuevas tecnologías fueron adoptadas excluyendo la experiencia de sus mayores.

Es de todos conocido el hecho de que los hijos que heredan una empresa, de hecho, hasta un emporio, no saben manejarlo. Lo primero que hacen es despedir gente, sobre todo a aquellos cuyo trabajo no conocen, a los de mayor edad y a los menos protagónicos. Se dejan deslumbrar por los discursos huecos de trabajadores de su misma generación. De ahí a la debacle.

La devoción por los avances de la tecnología, por estar al tanto de los últimos descubrimientos les impide darse cuenta del resto de la producción que abandonan paulatinamente hasta llegar a la quiebra. Mientras esto sucede se dicen en la cúspide de su carrera en lo personal y en el mayor éxito de la empresa, en lo general. Ambos conceptos son irreales.

Para algunos la herramienta sustituye el pensamiento, y la tecnología a la experiencia. Acostumbrados a la moda, a lo último en el consumo, a la vanguardia de las redes sociales, a la explotación total de los celulares, a lo que se les ha dicho que representa el desarrollo de la Humanidad, han dejado caer empresas, incluso emporios.

Las redes, la tecnología, las herramientas que se consideran ahora indispensables impulsan muchas ideas de manera tan rápida que ninguna llega a complementarse, se mueren antes de llegar a existir en la realidad. Por ello ahora el aspiracionismo está centrado en un proyecto de vida, más cercano a sacarse la lotería que como producto del esfuerzo.

Hay muchas ideas que impulsan otras ideas y otras más; sin embargo, la llegada de unas nuevas sustituye las que comenzaron a encontrar el camino de la concreción. La paciencia no es una virtud de nuestros tiempos. La capacidad de frustración impera sobre la posibilidad de convertirla en un hecho. Las ideas se escogen e interpretan pero no se les otorga madurez ni adaptación al contexto social, porque la madurez tampoco es factor de ese tiempo. Las herramientas lo prohíben.

Un producto que se anuncia en las redes debe esperar para logra el éxito por lo menos seis meses, pero con una generación acostumbrada a resolver los problemas de inmediato, renueva sus estrategias dejando inclusa la primera, y luego la segunda y así constantemente. La inmediatez para satisfacer las necesidades cubiertas tiene que ver como el lugar que ocupan en la sociedad, mientras mayor capacidad económica, más rápido resuelven sus problemas; si a esto añadimos que tienen las herramientas para satisfacer necesidades de distancia, de labores, de ubicación, la falta de inmediatez no sólo es causa de frustración sino de resentimiento social.

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Ante esta situación se carece de análisis y reflexión en los procesos ni en los proyectos, sólo recetas para platicar después del café, basados en historia de éxitos anteriores, donde se repiten hechos con diferentes circunstancias y la evolución la estancan en nombre del progreso y el desarrollo.

Aquí, para ciertas generaciones toda idea es buena por el simple hecho de ser nueva. Los dispositivos, aplicaciones, y plataformas sustituyen los proyectos en su totalidad y en el proceso se quedan en el camino, al repeler el pensamiento que no emana de esas herramientas. Lo mismo sucede en la política, los herederos de los líderes conservadores, quieren resultados inmediatos, acuden a las redes y sólo encuentran frustración al no ver resultados inmediatos y hacen crecer su frustración que traducen en odio, rencor, resentimiento que dirigen invariablemente al contrincante, mostrándose como víctimas porque son incapaces de responsabilizarse de sus errores.

En esta interrupción de los procesos reales que se confunden con las expectativas virtuales, crea una mayor tendencia a la frustración que en lugar de tomar el espacio de la responsabilidad escoge l calificación de victimización. Nadie es culpable de sus propios errores sino de los abusos, excesos, prepotencia, ilegalidad de otros.

Las generaciones no mantienen continuidad ni en la empresa ni en la política del lado conservador, que a pesar de que se dice preservador de las buenas costumbres y adorador del pasado, rompe con los tradicional en las herramientas de su quehacer cotidiano.


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