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Renán Barrera revela que si gana la gubernatura creará una comisión de salvamento para el sector pesquero.

Renán Barrera revela que si gana la gubernatura creará una comisión de salvamento para el sector pesquero.

A medida que el plazo se agota, mientras más cerca está el 2 de junio, las verdaderas verdades de los políticos y de los partidos salen a flote y nos hacen sonreír al demostrarnos que no estábamos muy equivocados en cuanto a la percepción de que los cansados personajes cobran vida en nuestro país sólo para jurarnos que ellos sí nacieron para gobernar a los poco más de 120 millones de mexicanos que somos. “En nuestros tiempos sí había progreso”, afirma uno. “Yo soy la única que ha demostrado que puede dar buenos resultados”, proclama otra.

Las actitudes de los políticos que están en busca de hueso o chamba nos hacen sonreír no nada más porque demuestran que es verdad el pobre nivel educativo de muchos de ellos, sino porque también nos ayudan a respaldar nuestra afirmación de que no hay policía que no quiera dinero, o sea, que no le atraiga la corrupción. El problema es que ese dinero es cada día más escaso, y que los ciudadanos votantes son cada día más atrevidos y desvergonzados para vender su sufragio.

El escaso tiempo que queda –prácticamente un mes si se quitan los días de “veda electoral”– para que la fecha se cumpla también hace que quienes tienen intenciones de seguir subiendo puestos en los aparatos administrativos tengan que pensar que “es ahora o nunca”.

Como ejemplo de esta última situación creo que se puede citar al alcalde de Mérida con licencia, Renán Barrera Concha, quien en sendas visitas proselitistas a Dzilam González y Dzilam Bravo reveló que si gana la gubernatura el 2 de junio integrará una comisión de pesca o algo por el estilo, que incluirá a los representantes de todos los sectores o agrupaciones relacionados con la pesca. Excelente idea, que sólo tiene un pero, y es el hecho de que varios de los proyectos, programas, salvamentos y demás acciones tienen ya de facto un atraso de por lo menos dos o tres sexenios, y al menos 36 años en el nivel municipal.

¿Cuáles son las acciones o propuestas que tratarían de revivir y sacar adelante las nuevas administraciones? Probablemente se pondrían sobre la mesa acciones para “rescatar”– nosotros diríamos “revivir” o resucitar– a especies tan valiosas como sabrosas, como el ronco, la picuda y la cherna –újule, hace siglos que no vemos una, y en los años 60s y 70s los pescadores experimentados las capturaban a tres o cuatro brasas del puerto–.

También de nuestros años de adolescentes (principios de los setentas y poco más allá) recordamos que en la frondosa ciénega detrás del puerto (o sea al sur de las casas construidas en tres o cuatro calles, y nada más, era lo que tenía Dzilam Puerto) capturábamos, con la ayuda de fisgas y bolsas de plástico que ahora sirven para ir de compras a las tiendas pequeñas. Igualmente han desaparecido, “gracias” a la codicia de bien identificados empresarios que se enriquecieron con la compraventa de sardina plateada y otra sardina de cuerpo transparente con sendas rayas plateadas en los costados, y a la que llamaban tonsac.

“El mero se va a acabar también, porque los yucatecos sólo eso quieren comer, parece que no conocen otros pescados”, dijo el pescadero Licho Zárate, en una plática en Mérida.

Hasta los años noventa todavía podía uno encontrar ambas especies, que, como todas las variedades marinas, dejaron de existir porque hombres y mujeres las sobreexplotaron.

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Más recientemente, como seguramente usted sabe, se dio por prácticamente extinguido el llamado pepino de mar, que en menos de diez años desapareció gracias a que era codiciado por los habitantes de China, que le atribuyen cualidades afrodisíacas.

La extinción probablemente iba a ocurrir sin remedio porque la inevitable desaparición del monocultivo del henequén, a cargo de venales funcionarios federales, estatales y municipales –incluyendo los del ejido– dejó en el desamparo a cientos o miles de familias del campo.

Abandonados a su suerte, los campesinos ejidatarios hicieron lo que podían para comer ellos y sus familias, y eso tuvo un lastimoso costo en vidas y sangre humanas, pues la gran mayoría de los campesinos no sabía nadar, así que muchos murieron ahogados.

Si gustan, en próximas columnas seguiremos con el hundimiento que continuó en el campo yucateco, cuyos procesos económicos se transformaron, en fenómenos que acompañaron otros también importantes, como la migración a las ciudades, incluso algunas de los estados vecinos, como Cancún y Chetumal, Escárcega y San Francisco de Campeche


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