Políticos analfabetas
Triques
Por José García Sánchez
Desde que el PAN llegó a la presidencia de la República la falta de cultura de los funcionarios de la administración pública se redujo considerablemente. Nadie podía exigirle a Fox que fuera un intelectual, nada más lejano a la realidad que eso, mucho menos a Calderón.
En esos días cualquier noticia relacionada con los presidentes era de suma importancia para los medios, no así para la población. Los periodistas podían ser llamados a Los Pinos o a cualquier lugar a la hora que se le ocurriera a la familia real, y ellos acudían presurosos y serviles.
En un cumpleaños de Calderón se le llamó a la prensa para que diera cuenta de las actividades de la entonces primera dama. Margarita Zavala, quien se encontraba en una tienda de discos comprando el regalo de su esposo, quien seguramente a esa hora ya estaba celebrando un año más de vida.
Ahí en pleno auge de la guerra contra el narcotráfico, Zavala narraba que buscaba un disco de Los Bukis, que era el grupo favorito de su esposo. Hubo quienes se asombraron del gusto populachero del representante de los mexicanos, pero en esos días se trataba de una notica importante y, aunque usted no lo crea, trascendente.
Para los políticos era un honor codearse con sus artistas favoritos y para éstos era de gran valor la relación con los ellos porque ellos permitían que esos músicos pudieran dejar de pagar impuestos. Quería que la condonación fuera de por vida gracias al mal gusto musical de los miembros del régimen pasado y no lo lograron.
Así son famosas las fiestas entre Francisco Labastida y Ana Gabriel, cuando cerraban los antros de Culiacán, para sus amigos y cantaban hasta el amanecer, o los cumpleaños del entonces gobernador César Duarte, amenizados por Juan Gabriel, cuyo espectáculo pagaban los narcos de la entidad. En fin, lo que se critica, en este caso es el mal gusto, no las amistades, lo demás es historia conocida.
La falta de cultura en los Presidentes de la República no es obligatoria a ser cultos por ley, pero sólo por responsabilidad civil debiera preocuparles un poco, por compromiso social. Después vino el muchacho que no pudo ni mencionar tres libros, y decía que 5 son menos que tres.
Es decir, fueron instrumentos de algo o de alguien que no tomaba en cuanta la cultura, cuyos gustos musicales eran populacheros, sin cultura ni preparación. Se dice que las mentiras repetidas mil veces pueden convertirse en verdades, hay quienes piensan que la mala música si se repite mil veces puede convertirse en música, no es cierto.
Esta asociación con grupos de poca calidad que reúnen a las masas alrededor de sonidos que no llegan a convertirse en música, creó una nueva mafia entre famosos y políticos. El muchacho del copete se casó con una actriz de telenovelas, aquel que defendió al peso como un perro, se casó con una vedette del sine nacional, Zedillo con una alcohólica, y no había mucho dónde encontrar conocimiento, ni ideas, menos aún cultura.
Ahora es el tiempo de la reacción iracunda de los músicos de palenque que muestran su nostalgia por los tiempos que se fueron, donde la farándula no pagaba impuestos y sus delitos, de todo tipo, formaban parte de la impunidad, simplemente porque les gustaba a los presidentes su manera de cantar.
Así, Ana Gabriel, muy cercana a la familia Fox Sahagún, arremetió contra el gobierno federal en un concierto y fue abucheada. El Buki hizo lo mismo al cuestionar al presidente, y defender a su paísano Calderón, y los asistentes al palenque prometieron no volver a comprar sus discos. Deben darse cuenta que su fama y su popularidad basa en el mal gusto y la pobreza cultural estaba también sustentada en la corrupción.
La falta de cultura de los funcionarios públicos es un verdadero problema en México. Hace unos días el Congreso local de Veracruz anunció el aniversario del nacimiento de un escritor colombiano llamado francisco García Márquez, en lugar de Gabriel. El error no fue advertido por ninguno de los 50 diputados locales.
La cultura popular es sólo una parte de la cultura general, que debe ser absorbida por quienes representan a la sociedad, porque de su amplitud de visión depende el futuro de sus representados. Sin cultura no puede haber visionarios sólo burócratas.