No digas adiós, amigo querido
Al concluir los ciclos existe añoranza por lo que se deja. A veces representa el cese de costumbres, certeza, amigos, rutinas…incluso facetas admiradas en nosotros.
El fin es la ruptura de caminos, de rostros conocidos, familiaridad y ritos. Aparece como un tobogán por el que es difícil deslizarse. Tememos a lo que ahora hallaremos y sentimos reticencia por un ciclo nuevo.
Para muchos, la jubilación es el principio del fin. Lo es si se asume que la capacidad de servicio concluye, si rehusamos a experimentar roles nuevos, si ocultamos las propias capacidades, si no compartimos nuestros puntos de vista con otros, si creemos que el cambio representa el fin.
Pero las conclusiones son principio. El de sueños postergados, de compartir y dar a los demás. Es el momento en el que develamos que nuestra esencia y el corazón de nuestra verdadera valía permanece inalterable.
Ser es esencia, no símbolos falsos de poder como títulos, lisonjas o belleza. Cuando concluye algo, nada termina. La vida no es una línea: es una espiral ascendente. Cada paso implica un ascenso a nuevos niveles de consciencia, al propio crecimiento.
Posiblemente ahora, que termina algo, inicie también lo que anhelamos siempre. Es posible que sea el disfrute que postergamos. No es haraganería: esa siempre es la ruta más corta a la vacuidad y superficialidad.
El cese de un ciclo es abrazar oportunidades, desplegar todo lo que ahora somos, atrevernos a construir viejas y postergadas metas. El fin de una era representa una ventana a otras realidades y también a reescribir una historia.
Por eso no debemos mirar a lo que se fue. Tenemos que abrir brazos y manos para asir con fuerza lo nuevo que llega,
El arribo de las nuevas cosas no es fortuito ni azaroso. Son todas aquellas por las que trabajamos siempre. Oportunidades inimaginadas en nuestras experiencias de vida: dar clases, escribir un poemario, esculpir una hoja, rezar en el mar…
El fin de un ciclo es admitir que aún existen muchas cosas para compartir con los demás. Es permitirnos crear, admirar y enseñar.
Concluir una etapa implica avanzar. Y nunca, por nada, sucumbir al negativo señuelo de mirar atrás. Sería entregarnos a las pupilas de Medusa. No. Debemos avanzar y planear que nuevas hojas aparecerán en nuestro calendario, que quimeras venceremos ahora y que legaremos a la vida misma, hasta el último suspiro.
Porque en ese momento, frente a frente con la muerte, nos podremos burlar de la desdentada y proclamarle convencidos:
_Tú nunca me venciste.