Medios convencionales polarizan
Una de las nuevas estrategias de los medios convencionales es hacer creer a sus lectores que la opinión de la oposición divide al país. Así, se le otorga, desde uno de los poderes fácticos, mayor fuerza a otro poder fáctico. Ambos comulgan no solo con el conservadurismo desde su nacimiento sino comparten enemigo.
La oposición representa, cuando mucho, a una quinta parte de la población o menos y su opinión refleja el modo de pensar de ese mismo porcentaje de mexicanos. Ni más ni menos.
Basta y sobra con que algún miembro de la oposición, cuyos partidos políticos están a punto de perder su registro por falta de votos, para que esos medios tomen esa opinión como la contraparte de la opinión generalizada de la mayoría, que, por lo general, coincide con la postura del gobierno.
La idea no es sólo darle a la oposición un lugar que no se ha ganado en las simpatías de la población, sino dividirla. Es decir, polarizar para hacer creer que la mitad del país se confronta con la otra mitad, se rechaza, incluso se odia.
El lenguaje de odio de los conservadores en las cámaras, en los medios, en las marchas convoca a acciones violentas, reales, concretas y contundentes, donde haya heridos y muertos. Eso es lo que busca la derecha a través de los medios que por iniciativa propia realizan encuestas al vapor, incluso sin metodología seria, simplemente parten de un resultado final al que tratan de darle consistencia científica para convertirlas en propaganda.
Los medios convencionales que iniciaron como periódicos y han terminado con 12 páginas de frivolidades pero sobreviven para que la gente crea que siguen influyendo en la sociedad, adolecen del mismo mal que la oposición. Nadie les hace caso, no son arte de nada, no existen, pero justifican sus horas extra de vida con estrambóticas noticias y propagandas disfrazadas de investigación o noticias.
Los medios convencionales han fortalecido el pensamiento conservador en una minoría que se extingue todos los días de manera dramática, la realidad reta a los medios a desaparecer, pero sus intereses, que no son los de informar verazmente, son superiores a su dignidad y siguen apareciendo como si fueran importantes en la sociedad mexicana, tal y como lo hace la oposición en el país.
Los medios se convirtieron en los voceros de una oposición inexistente por lo que su consumo también lo es. La desesperación los obliga a ser cada día más extravagantes, y ellos incluye el aumento sistemático de la violencia verbal en sus contenidos.
Bautizan con el nombre de expertos, cuyos nombres nunca dan a conocer o los inventan para cuestionar disposiciones de gobierno o anuncios sobre la soberanía o el derecho. Inventan declaraciones de supuestos catedráticos de universidades que no existen. Pero difunden la idea de unos expertos que sólo son producto de una consigna de desgaste.
La estrategia de los medios convencionales es un proyecto político de derecha y no un reflejo fiel de la realidad, que haya quienes los consumen también habla de que tienen una idea tergiversada de lo que representa informarse, porque su público lee los contenidos que quieren que sean reales aunque saben, de sobra, que no lo son.
Es decir, consumidores de medios tradicionales, los medios y la oposición se han marginado de la realidad para darle una lectura al país que es ficción. Unos apoyan a otros, a sabiendas de que son minoría progresiva, pero no dejan de hacerlo hasta que se van apagando poco a poco hasta consumirse ante la falta de asideros con la realidad y la verdad.
El nado sincronizado es un proyecto basado en la mentira, no sólo engaña sino que trata de ver como grupo fuerte a los conservadores aliados con el objetivo de crear un frente común, por lo menos informativo ya que no han podido cohesionar social o políticamente a los mexicanos.
Los poderes fácticos intentan unirse para fortalecerse, pero se repelen por los protagonismos patológicos de sus actores les impide tener líderes y carecen de seguidores, porque pestos también quieren ser líderes en un círculo vicioso que los evidencia como aliados de una clase cada vez más alejada de la población.