Máscaras laborales


Durante mucho tiempo asumimos que había personalidades idóneas en el trabajo. Se impusieron silentemente paradigmas profesionales. Tonos de voz, conversaciones, reacciones e indumentaria se estandarizaron en modelos idóneos. El mundo laboral implantó inadvertidamente una máscara.
¿El verdadero yo? Se escondió por miedo al rechazo social. Pero de pronto, la irrupción del COVID-19, cambió todo. Comenzamos a percibir a los colegas de trabajo como personas reales. Irrumpían en la pantalla de las computadoras niños y mascotas, llegaban nítidos los pregones de vendedores ambulantes y ruidos caseros, el compañero de trabajo se volvía más cercano.
Entonces, esa homologación de personalidades y actitudes dio paso a expresiones más auténticas y conllevo a múltiples beneficios como mejorar las relaciones con colegas, aumentar el propio bienestar, incrementar el compromiso y la participación con la organización, catapultar conductas de mayor entusiasmo y ética.
Llevar el “yo” al trabajo resulta difícil. Se deben sortear prejuicios y discriminación. La pregunta que alimenta el miedo a mostrarnos tal como somos es ¿Cómo reaccionarán nuestros compañeros de trabajo?
Incluso algo insustancial, como llevar un peinado menos tradicional o estructurado, puede desencadenar gran inseguridad. Solemos regirnos con los acotados puntos de vista de antaño.
¿Puede cambiarse una cultura restrictiva y tradicional?, ¿podemos generar la convergencia entre nuestra unicidad, auto expresión y los modelos convencionales de actuar, ser y parecer en el mundo laboral? Si.
El primer paso es enaltecer la cultura de autenticidad como un valor corporativo. El otro es un ejercicio permanente de respeto al imaginar un mundo en el que todos son capaces de imaginar un futuro y contribuir a éste. Cuando las empresas promueven la autenticidad y crean oportunidades para que los empleados se entiendan mejor entre sí se apuesta por el crecimiento continuo en el trabajo.
Ante la gran renuncia silenciosa que aún se presenta a nivel global, y que puede leerse como una desconexión entre la automotivación y las metas empresariales, es importante verificar que en cada puesto de trabajo existe un ser humano con determinadas responsabilidades laborales. Un ser humano con todas las peculiaridades que conforman su unicidad. No se trata de un “tornillo” o parte de un engranaje.
La empatía y humanización vuelven cada vez más vertiginosos en los ambientes laborales. Un factor clave es el reconocimiento de la esencia de cada persona. No es tolerar diversidad, es catalizar el profundo respeto que debe prevalecer entre cada uno. Eso forja equipos heterogéneos sólido, pero también el orgullo de pertenencia en aquellas organizaciones que enarbolan el credo de que las personas son primero. Y es la semilla al profundo respeto y a la diversidad.