Los chispazos de octubre 2024
Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México
Hazaña histórica, toda una vida de lucha social, las mujeres en política tienen que ser duras
Identificada con las luchas sociales desde su niñez, Claudia Sheinbaum Pardo se ha convertido en la primera presidenta de México y desde ahora promete ser ejemplar. Dice que ha llegado a construir el segundo piso de la Cuarta Transformación iniciada por el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Su arribo al poder anuncia también otra revolución ahora encabezada por mujeres. Se pretende acabar con la imagen femenina sumisa, explotada y víctima de que se violen sus derechos. “Gobernaré para todos los mexicanos”, fue el mensaje con el que inicio este mes de octubre su sexenio, para dejar en claro que no habrá venganza política contra sus adversarios.
Preparada para desempeñar el cargo que no ha ocupado ninguna mujer antes, Claudia se ha mostrado a lo largo de su vida siempre serena, humilde, tolerante, abierta al diálogo, pero estricta y firme en sus decisiones. La científica formada en la UNAM y la política que ha luchado siempre dentro de la izquierda por un país mejor se enfrentará a los retos de la inseguridad que preocupa, una economía en riesgo, migración creciente, educación deficiente y salud de los mexicanos. A la corrupción insertada en muchos sectores. Y, sobre todo, a las cambiantes relaciones de México con Estados Unidos, la potencia mundial.
Claudia Sheinbaum Pardo es hija de intelectuales que participaron en el movimiento estudiantil de 1968. Cuenta ella misma que eso le permitió conocer a los luchadores sociales de esa época conflictiva, que fueron reprimidos por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Hoy, el nombre del represor ha empezado a ser borrado por órdenes de quien desde niña visitaba en la cárcel a los presos políticos de hace 56 años.
De acuerdo con sus biógrafos, “las mujeres en política tienen que ser duras”. La presidenta lo ha demostrado en el transcurso de su carrera. Con 62 años, cuenta que fue educada como mexicana, amando su historia y su pueblo. Se sabe que su familia es de origen judío y que ella estudio en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH-Sur), militó en el CEU (Consejo Estudiantil Universitario), participó en la fundación de Morena y fue la primera jefa de Gobierno electa de la ciudad de México.
Su padre, el químico Carlos Sheinbaum Yoselevitz, llegó a México en la década de 1920, fue comerciante de joyas y perteneció al Partido Comunista Mexicano.
Su madre, la bióloga Annie Pardo Cemo, arribó al país en 1942 y fue la primera mujer judía española que participó en la academia mexicana.
La presidenta de los Estados Unidos Mexicanos es licenciada en Física de la UNAM, cuenta con Maestría en Ingeniería Energética, realizó su doctorado en el extranjero y luego se especializó en Cambio Climático.
“Es mucha pieza”, opinó con frecuencia de ella el expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien la llamo a su equipo en el 2000 cuando el PEJE jefaturó lo que se llamó Distrito Federal y le encomendó la construcción del segundo piso vial de la metrópoli cuando despachaba como secretaria del Medio Ambiente capitalino. Desde entonces ha demostrado, como lo confirmó El País, que “toma decisiones a partir de los datos, escucha a sus colaboradores y no se precipita; es franca en sus opiniones y firme en el sí o en el no”.
Según testimonios recogidos por el diario español, la doctora Sheinbaum se encuentra activa desde las cinco de la mañana y si la ocasión lo amerita hasta la media noche. La pandemia que pegó muy fuerte a México a fines de 2020 probó a la jefa de Gobierno “contestando llamadas, asignando ambulancias y buscando sitio para los enfermos en algún hospital. Era el mismo trabajo que estaban haciendo otras decenas de trabajadores. La jefa era una más entre todos ellos”. Tiene un compromiso y una claridad moral y ética que no te deja espacio para dudas o ambivalencias, aseguró José Merino, colaborador cercano.
Otros que la conocen y opinaron para El País, sostienen que la Doctora y presidenta es “una trabajadora incansable; en la toma de decisiones, hace acopio de los datos que le dan sus colaboradores, escucha con atención, y solo hasta después resuelve, sin precipitarse; se puede debatir con ella, y ella puede cambiar de postura, pero, cuando toma una determinación, lo hace con firmeza; perfeccionista como es, delega tareas en sus colaboradores, pero da seguimiento a su trabajo y lo supervisa hasta el final; es reflexiva, se toma el tiempo para responder; puntualiza pero debate con respeto, no somete a las personas a su alrededor; como adversaria, es generosa y no guarda rencor; cuando traspasa la barrera de lo estrictamente profesional en su círculo de trabajo, muestra calidez, preocupación por los otros y se entrega a los abrazos y el humor”.
Renata Turrent, recién nombrada directora del Canal 11, describió: “Ella, chiquita, flaquita como se ve, nada más de pura presencia, con el lenguaje corporal, causa muchísima autoridad, porque es muy seria, muy reflexiva. He visto discusiones donde hay personas con opiniones distintas, pero nunca me ha tocado ver que alguien dispute su autoridad. Siempre hay muchísimo respeto a su investidura por parte de todos sus colaboradores, y eso se construye, esa legitimidad no es gratuita, ella se la ha ganado. Tiene cierta parte maternal, como de cuidado, pero al mismo tiempo deja clarísimo que las decisiones las toma ella, sin necesidad de decirlo. Navega esas dos cosas de manera muy grácil, como bailarina”.
Para nada, refutan las semblanzas, es una “Dama de hielo” como hizo creer Xóchitl Gálvez. Cierto que es seria y carece de risa fácil, aunque también implacable y una persona muy cálida. Raúl Álvarez Garín, Salvador Martínez Della Roca y Elena Poniatowska influyeron en su formación. Igual sus padres. Mucho más que Andrés Manuel López Obrador. Con el político de Tabasco y con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano luchó enérgicamente contra los fraudes electorales.
El analista Jorge Zepeda Peterson sostiene que Sheinbaum se inscribe en una izquierda moderna, más europea, que enarbola una agenda de preocupaciones por los derechos humanos, la ecología, el género y la diversidad sexual. Todo ello, apunta, excede el modelo político de López Obrador, de una izquierda “milenarista”, donde el Estado benefactor se coloca al centro y que se entrecruza con una añoranza por las raíces indígenas. “En ella se mezcla su pensamiento científico con una personalidad de hacer bien las cosas, de cumplir, de estar a la altura de la responsabilidad que se le exige, y ese es un motor para levantarse todos los días, no como el de López Obrador, de cómo va a ser mirado por la Historia”.
En 1987 se casó con el sociólogo Carlos Imaz, dirigente del CEU y luego líder el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el DF. Combinó la responsabilidad maternal de sus hijos Rodrigo y Mariana con el activismo político, además de la investigación y la academia universitaria. Imaz se involucró en el sonado caso de los “video escándalos” fabricado por el empresario argentino Carlos Ahumada. Arturo Cano, autor de Claudia Sheinbaum: Presidenta, dijo al periódico citado que ella, entre lágrimas, ofreció a López Obrador renunciar al Gobierno, para no endosarle el desprestigio de su esposo, pero el mandatario dijo que no tenía por qué asumir responsabilidad alguna y la conservó en su entorno.
Fiel a sus principios, Sheinbaum jamás se separó de los objetivos de AMLO. Fue vocera del “presidente legítimo”, regresó a la actividad académica y al formar parte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), recibió en 2007 el Premio Nobel de la Paz.
Pasaron los años con intensa lucha política electoral. López Obrador triunfo y Claudia Sheinbaum igual. El primero logró la presidencia de la República, ella el gobierno de una de las ciudades más grandes del mundo. El 2018 fue la clave para que la científica alcanzara la hazaña de presidir a México de 2024 a 2030 ante una oposición bombardeada y debilitada políticamente por López Obrador, creador de Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional.
A diferencia de López Obrador y de los contrincantes morenistas que le disputaron la candidatura, ella nunca fue del PRI. Arrasó con las otras “corcholatas” y con la oposición abanderada por empresarios nostálgicos del porfirismo. Hoy la presidenta es aclamada, protegida y alentada incluso por muchos de los que no votaron por ella, que responde con el clásico: Amor con a mor se paga.
Claudia Sheinbaum presentó sus 100 Compromisos que integró a un Proyecto de Nación –que enriquece el de AMLO–, dividido en 14 áreas que abarcan una República democrática, fraterna, educadora, cultural, sana; con vivienda, con trabajo y salario justo, rural justa y soberana, con energía sustentable, próspera, protectora del medio ambiente y de sus recursos naturales, con derecho al agua, segura y con justicia, una república de y para las mujeres.
Reluciente, Claudia Sheinbaum Pardo tomó protesta como presidenta de México con el reconocimiento universal y la presencia de mandatarios invitados, sorprendidos del sublime evento ataviado con un Congreso dominado por morenistas. Más tarde recibió el Bastón de Mando de las comunidades indígenas, matrices de un país orgulloso de su origen. Todo esto con el festín de la población que celebró la llegada formal de un período sexenal que ya hace historia.
Y cómo no si en los primeros días se ha empezado a palpar la realidad del cambio con reformas que nunca serán suficientes para hacer justicia a las mujeres mexicanas, que agradecen pensiones para las mayores y becas a los millones de hijos que estudian. Asombradas, todas y todos, de que habrá visitas médicas a domicilio, de que continuarán las obras interoceánicas y ferroviarias, entre otras, que anuncian un futuro prometedor.
Todos confiamos de que sea así, advertidos de que hay una minoría rampante, agazapada en ministros de una supuesta Suprema Corte de Justicia de la Nación que se niega a perder privilegios, de ellos y de sus protectores, arrebatados a la mayoría de la población en beneficio de unos cuantos.