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Los cachorros de la Revolución

Los cachorros de la Revolución

Los cachorros de la Revolución

Leo en Crónica Tierra Blanca, zona de la Cuenca del Papaloapan, por donde nació su padre, el gobernador, que al cachorro Javier Herrera Borunda podrían lanzarlo a la gubernatura de Veracruz, en este periodo. Me imagino que sería por el PVEM, donde allí goza de cabal salud y es casi mano derecha del patrón, Manuel Velasco. Aunque otros dicen que es muy prematuro y pretendería mejor el Senado. Hijos de presidentes y gobernadores, que han querido seguir su huella, hay varios. Si uno es doctor y tiene un hijo, el hijo será doctor, o bombero si es bombero. Por lo regular, los hijos buscan la profesión o el oficio de los padres. Javier Herrera Borunda tiene 43 años. Está joven para esperar otra ronda, o le puede ocurrir como cuando al presidente Kennedy, en el senado le dijo a su equipo de apoyo que iba a buscar la presidencia de Estados Unidos, en 1960 a sus 43 años, aquellos le decían que estaba muy joven. No los escuchó, se postuló y se convirtió en el presidente más joven de ese país. El caso también de Luis Donaldo Colosio Riojas, aunque su padre solo fue candidato, quien a sus 38 años ya le andaban buscando espacio en la candidatura del MC del vapuleado Dante Delgado. Pero el joven se aguantó, aún tiene mucho tiempo para, dentro de seis años ir por ella. Hijos de presidentes y gobernadores hay varios. En México, Cuauhtémoc Cárdenas por poco llega a la silla donde se sentó su padre. Si no es por Bartlett y su caída del sistema. Miguel Alemán Velasco, cuyo padre fue presidente, solo alcanzó a ser gobernador de Veracruz. Enrique de la Madrid, hijo de Miguel de la Madrid, quería alcanzar la gloria del padre, pero ese marrullero del PRI, Alito Moreno no lo dejó pasar. En los estados, hijos ha habido que quisieron emular al padre. Miguel Ángel Yunes Márquez, aunque no lo logró, cerca estuvo.

LA ERMITA QUE ENCONTRE

Un día después de ese accidente que conmocionó a Orizaba, me trasladé al sitio donde fueron atropellados los dos jóvenes que fallecieron. A esa hora de la tarde, se comienzan a concentrar chavos en patines y patinetas, a rendir homenaje a sus dos compañeros que murieron atropellados, en ese mismo sitio de Oriente 5 y Norte 22, a despedirlos con el corazón partido, pero con el recuerdo de que nunca los olvidarán. Velas y mensajes escritos, y lágrimas allí derramadas, dan cuenta de ese acto solidario, fraterno, de amigos, de hermanos. Su funeral fue impactante, conmovedor, de mucho dolor, uno de ellos, Alexis ‘Chelo’ Espinosa, partió de Funerales Hernández y atrás de la carroza iban su familia y sus compañeros, chavas y chavos en patines y patinetas. Varios de ellos pertenecen a clubes, el patinar es parte de su vida. Y es muy común que por la ciudad se patine, aunque siempre conlleva riesgos. Seguro le dedicaron palabras de despedida, platicaron con ellos en ausencia, rememorando a Juan Villoro: “Los muertos no cierran la puerta, nos dejan un resquicio por el cual regresan a nosotros”. Y que vuelos de ángeles les acompañen cantando a su final descanso. Despedirlos con el poema de Elizabet Fraye: “No te pares en mi tumba a llorar. No estoy ahí. Yo no duermo. Soy los mil vientos que soplan. Soy los destellos de diamante en la nieve. Soy la luz del sol sobre el maduro grano. Soy la suave lluvia de otoño cuando despiertes en la mañana silenciosa. Soy la rápida y estimulante carrera de tranquilos pájaros que vuelan en círculos. Soy las estrellas suaves que brillan por la noche. No te pares en mi tumba a llorar. No estoy ahí. Yo no morí”.

Allí adelante, como cronista urbano, ha llamado mi atención siempre una pequeña capilla, que ahora veo se llama Ermita (Capilla o santuario, generalmente pequeños, situados por lo común en despoblado y que no suelen tener culto permanente), en la Colonia Zapata. Llamada Capilla de Nuestra Santísima Virgen de Guadalupe. Es pequeña, pero bella, hecha por los vecinos entre el año 1959-1962. A un lado, en una de sus paredes la imagen de la Virgen de Guadalupe y en la otra pared, Jesucristo en su Cruz. Caminando se ven muchas cosas, que luego, manejando, no logras ver.

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