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La ultraderecha es un riesgo

La ultraderecha es un riesgo

La ultraderecha es un riesgo

Diferenciar la extrema derecha —como parte del espectro político natural de un país— de la ultraderecha —como movimiento social que no solo busca ganar el poder político, sino propagar sus ideas a través de la violencia— es esencial para prever sus peligros y atender sus posibles causas.

En las primeras semanas de enero, alrededor de un millón de personas salieron a las calles de varias ciudades alemanas para protestar contra el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), bajo el lema “Defender la democracia: juntos contra la derecha”. Las protestas tenían un mensaje claro: el radicalismo que representan ese y otros movimientos no cabe dentro de una sociedad democrática como la alemana.

¿A qué responden estas manifestaciones? ¿Por qué en este momento?

Desde hace algunos años, en todo el mundo, organizaciones de ultraderecha han ganado espacios políticos con el apoyo de algunos sectores de la población. Sus discursos, su forma de percibir la vida pública y la vida privada de las personas, e incluso sus propuestas de solución a los retos más desafiantes de la actualidad, retan a la democracia y la existencia en sociedad, basada en el respeto de nuestras diferencias.

Estos grupos buscan gobernar con base en el supremacismo étnico; el rechazo a las minorías migrantes, sexuales, de género, étnicas y lingüísticas y, por supuesto, la pretensión de imponer un papel secundario para las niñas y mujeres. Incluso, el ultranacionalismo exacerbado —expresado como rechazo a la migración más allá de su estatus jurídico— forma parte de su eje de acción. En general, su agenda se basa en la persecución de lo que nos hace diferentes.

Asimismo, la misoginia es parte fundamental de la ultraderecha en el mundo. Estos movimientos en buena medida buscan un Estado y orden patriarcal que coloque a las mujeres en un papel subordinado. Perciben en los movimientos feministas y otros como corrientes que atentan contra el “orden natural”.

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Estas posiciones políticas representan peligros para las mujeres y niñas, colectivos de la diversidad sexual y de género, personas migrantes, y en general cualquier tipo de grupos minoritarios, y, por tanto, una amenaza para la vida democrática de nuestros países. No es una opción política más, sino la expresión del odio contra nuestras diferencias.

Combatir el avance de la ultraderecha en la vida pública de nuestros países es un deber. Más que un debate sobre posiciones políticas, en realidad se trata de la defensa de nuestra búsqueda por vivir en democracias sanas. Siempre he tenido claro que la vida en sociedad se basa en el respeto de las diferencias. Por eso, negar nuestra diversidad y buscar eliminarla es un claro error.


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