La tenebrosa palabra llamada arancel
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Se moverá en los círculos económicos y políticos durante todo el año a nivel global. Los líderes de México, Canadá, Estados Unidos, la Unión Europea, China y toda Latinoamérica jugarán con ella como medida mercantil en un mundo tiranizado por el libre mercado, pero que pocos entienden lo que realmente ocurre en un capitalismo moderno dominado por los gravámenes como régimen estatutario para comerciar entre países.
La impresión de que ningún país debería importarle nada, y de que pueden ser una economía perfectamente cerrada, que produzca todo, no es el mundo en el que vivimos, ni el que nos gustaría vivir, como algunos descubrirán pronto. La globalización impera desde hace décadas.
A Donald Trump se le va la lengua. Siempre me ha parecido la versión gringa del que gobernó aquí en México en el sexenio pasado. Lanzan políticas públicas a ver quién las cacha y a ver a quiénes afecta. Pero nunca las consultan.
Su plan macabro de imponer aranceles (con una pausa de un mes) a México, al final, serán un duro golpe para los ciudadanos y las empresas. Cualquier economista puede deducir que una guerra arancelaria no le conviene a nadie, solo habrá una reducción del crecimiento económico y más represalias de los países atacados, el desmantelamiento del libre comercio tal y como hoy se entiende y de las cadenas de suministros forjadas en décadas. ¿Y eso que supuestamente entramos a la época dorada del nearshoring?
Si el nearshoring consiste en mudar las fábricas del país de origen a uno cercano en el que todo sea más barato, el salario de los obreros, la electricidad y los combustibles, los insumos, y hasta los impuestos, ¡pues olvídenlo!
El uso del poder que usa el presidente número 47 de la Unión Americana para imponer aranceles en respuesta a cuestiones no relacionadas, como las drogas, los grupos criminales y la inmigración, es preparar el terreno para nuevos aranceles en respuesta a cualquier otra cantidad de prioridades no comerciales. Grave error. Hay un Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y hay que respetarlo.
Los impuestos, sobre todos los bienes importados de México y Canadá especialmente sobre ingredientes e insumos que no están disponibles en EU, podrían generar precios más altos para el consumidor y represalias contra los exportadores estadunidenses. ¿Cuál es la ganancia? Sus aranceles sólo gustan a sus correligionarios más extremos, esos de los que se ha rodeado ahora en el gobierno, dígase BlackRock, y todos esos capitalistas extremistas que apoyaron su campaña.
Pero no todos están de acuerdo con este plan tributario, como los sectores empresariales, los centros de estudios o a la prensa económica.
Goldman Sachs piensa que un arancel a largo plazo del 25% sobre las importaciones de Canadá y México aumentará los precios básicos del gasto de consumo personal en un 0.7%, al menos, su visión es más optimista porque entienden sus expertos que el daño será tal que Trump, a la fuerza, tendrá que retirar pronto las nuevas tasas. Ya las pausó por lo pronto.
Así sin tapujos: hablamos de unos impuestos específicos que se aplican a los bienes importados de otros países, la mayoría de los aranceles se fijan como un porcentaje del valor de los bienes y, en general, los paga el importador.
El aumento del precio de los bienes importados tiene como objetivo alentar a los consumidores a comprar productos nacionales más baratos, para ayudar a impulsar el crecimiento de su propia economía. Todas las naciones los ven como una forma de hacer crecer la economía, proteger los empleos y aumentar los ingresos fiscales. Pero hay reglas.
El sector privado mexicano ha manifestado su enorme preocupación por la imposición de aranceles. Esta medida afectará significativamente las cadenas de suministro que se han venido construyendo los últimos 30 años y que han hecho de América del Norte la región más competitiva del mundo. El T-MEC, en vigor desde julio de 2020, estableció reglas para la reducción de las barreras al intercambio de bienes, servicios e inversión, fortaleciendo la posición de la región. Hoy, los tres países comercian más de 3 millones de dólares por minuto, respaldando más de 17 millones de empleos.
Para los especialistas, las medidas van en perjuicio para los países señalados y sus intereses y otro para los consumidores finales, porque para todos suben los precios.
Los consumidores y las empresas lo saben: aunque el impacto será generalizado, se espera que haya sectores que se vean especialmente tocados. Serán, en concreto, los fabricantes de automóviles, los productores de alimentos y el sector de la construcción, porque todos dependen en gran medida del comercio transfronterizo. A nadie le conviene la tenebrosa palabra llamada arancel.