La ONU en reunión cumbre
El mundo necesita orden, un orden con libertades fundamentales y, ante todo, justo. Diversos acontecimientos de larga data y conflictos bélicos pendientes de resolver -prolongados irracionalmente- están mostrando que el orden jurídico internacional está obsoleto. Esta situación le representa al planeta enormes costos en vidas humanas, así como económicos.
Al mismo tiempo, tales costos implican consecuencias de la mayor gravedad que multiplicarán esos costos, y alguien tendrá que pagarlos.
La reunión cumbre de la ONU, “Un pacto para el futuro”, programada para tener lugar en Nueva York los días 22 y 23 del presente, debe ser una oportunidad para que el máximo organismo adopte acuerdos de impacto global. Sobre todo, que le devuelvan credibilidad.
El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo en referencia al magno evento, que están ante una oportunidad única en una generación para renovar y reforzar los principios fundamentales del organismo. Esto en busca de revitalizar el sistema multilateral para que pueda cumplir con las expectativas de la denominada Agenda 2030 y de la Carta de las Naciones Unidas.
Para brindar oportunidades adicionales de participación de todos los actores, el organismo estableció las Jornadas de Acción de la Cumbre del Futuro los días 20 y 21 de septiembre en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
“Entre los participantes confirmados figuran jefes de Estado, ministros, altos funcionarios de las Naciones Unidas y representantes del sector privado, la sociedad civil y otros agentes”.
Si bien es sabido que los líderes mundiales convocados llegan con resoluciones previas, ante una agenda de candentes asuntos. No sobra insistirles que sobre sus intereses nacionales deben prevalecer los acuerdos con enfoque planetario.
En tal sentido, es deseable que los hombres y mujeres más influyentes del mundo, congregados en la importante reunión, ante los problemas planetarios agigantados en este siglo, demuestren máxima sensibilidad social, apertura de pensamiento con perspectiva incluyente, audacia y total determinación para buscar soluciones y firmar acuerdos.
Es innegable que algunos pesados lastres están impidiendo el avance global, a un alto costo. La prolongada guerra en Ucrania por choque de intereses geoestratégicos, y el genocidio de Israel contra los palestinos de Gaza, son expresiones mayores del prevaleciente desorden internacional.
Por otro lado, está claro que la ONU también ha sido impotente frente a la negativa de algunos gobiernos a cumplir con acuerdos en materia de mantenimiento de la paz mundial; en cuidado ambiental e inversión en desarrollo humano integral –planteados en los previamente aprobados y multicitados “objetivos de desarrollo sostenible (ODS)”-.
Ningún acuerdo sin consenso planetario será viable. Sin embargo, la sola diplomacia ha sido insuficiente. Es la hora de reforzar y adoptar nuevas medidas y mecanismos de coacción hacia el respeto de todos los países al orden jurídico internacional. Las buenas intenciones no bastan.
Lo trascendente será que ningún acuerdo de la ONU por el futuro tendrá seriedad mientras en el mundo sigan muriendo miles de víctimas de conflictos armados evitables, abusivos e irracionales; y mientras millones de enfermos sigan padeciendo o pereciendo por algo tan elemental como falta de medicamentos asequibles y de nutrientes básicos.
En estos años de pandemia, con la escasez resultante de víveres -y de valores humanitarios-, todos pudimos ver lo frágil que es el género humano ante fenómenos insólitos como el Covid-19. Ante eso y más, ya se ha dicho bastante sobre las amenazas de todo tipo que se acrecientan y se aproximan a la realidad presente y futura de nuestra civilización.
Este es hoy el mayor desafío de la ONU: tomar conciencia de que las naciones y las potencias hegemónicas deben dar paso a las verdaderas prioridades en la sociedad planetaria.
Atravesamos un presente muy complicado, pero el futuro es más incierto, por los desafíos globales del milenio. No valen las perspectivas aislacionistas ni discriminatorias en la geopolítica actual. Hoy los retos planetarios se hacen patentes con mayor frecuencia e intensidad, mientras los líderes de las potencias invierten presupuestos insultantes en fabricación y compra de armamento. Es un contrasentido inaceptable.