La inexplorada ruta de la discriminación


¿Por qué vejamos, humillamos y excluimos a otros?, ¿Por qué alguna vez nosotros mismos fuimos menospreciados y asumimos que no pertenecíamos a un grupo?, ¿cuántas veces nos avergonzamos de nuestra edad, color, orígenes, gustos y credos?, ¿cuándo la “otredad” nos señaló como inadecuados o perniciosos?
La discriminación aparece desde el principio del tiempo. Se extiende sin freno sobre todas las geografías y se alimenta de la propia negación a reconocerla. Es el cáncer de las sociedades actuales, banales, superficiales y egocéntricas.
En el viaje al reconocimiento de la discriminación aparecen muchas trampas: espejos de agua que desaparecen de pronto, preceptos eclesiásticos, silencios incómodos… y también muchas raíces, algunas lógicas, otras aparentes, unas más burdas, pero destructivas todas.
Estas son algunas que ya se identificaron:
Miedo a lo desconocido: La falta de contacto con grupos diferentes puede generar prejuicios y temor, lo que conlleva a la exclusión de quienes no encajan en ciertos estándares.
Cultura y tradiciones: Algunas sociedades heredan estructuras que favorecen la discriminación, como los sistemas de castas, desigualdades de género o exclusión de minorías.
Poder y control: La discriminación muchas veces se usa como una herramienta para mantener jerarquías y privilegios en distintos ámbitos, desde lo político hasta lo económico.
Ignorancia y desinformación: Las creencias erróneas sobre ciertos grupos pueden reforzar estereotipos y alimentar actitudes discriminatorias.
Miedo al cambio: La resistencia a nuevas formas de pensar o convivir puede hacer que algunos rechacen la diversidad y prefieran mantener estructuras tradicionales.
Conveniencia económica o social: A veces, la discriminación se justifica bajo argumentos económicos, como pagar menos a ciertos grupos o negarles oportunidades para mantener el statu quo.
En esta cadena de absurdos, se llega a segregaciones inverosímeles, como la discriminación por apariencia física. Ocurre cuando una persona es tratada de manera desigual debido a su aspecto, forma de vestir, arreglo personal, peso, altura, color de piel o cualquier característica física. En México, este tipo de discriminación es una de las más comunes.
En los colegios, la marca empleada en los zapatos tenis o un celular puede ser motivo de burlas y semilla del bullying o acoso escolar.
Según el CONAPRED, la discriminación no solo es ejercida por personas con mayores recursos, sino también por quienes consideran que tienen un estatus superior dentro de su comunidad
En términos geográficos, las zonas urbanas con mayor desarrollo económico pueden presentar índices más altos de discriminación hacia grupos marginados, como personas indígenas o de bajos recursos. En contraste, en comunidades rurales, la discriminación puede estar más relacionada con factores culturales y tradicionales.
Las rutas donde deambula la discriminación son muy diversas, pero todas parten del desconocimiento que perpetúa desigualdades, limita oportunidades y afecta el bienestar de las personas. También puede generar exclusión social, pobreza y problemas de salud mental.
En México, más del 20% de la población experimentó discriminación. Según el INEGI, los grupos más afectados incluyen personas indígenas, afrodescendientes, con discapacidad y adultos mayores. En tanto, las rutas de diversificación se sofisticas y multiplican.