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La geopolítica nuestra de cada día

La geopolítica nuestra de cada día

Incertidumbre y conflictos bélicos mundiales colocan la geopolítica en el centro de las políticas empresariales. Este factor puede aparecer como un terreno dinamitado lleno de riesgos potenciales, pero al unísono resulta esencial en la construcción de respeto e inclusión empresarial.

Hoy, cuando  las estrategias convencionales para gestionar los asuntos mundiales resultan insuficientes para muchas organizaciones, se requieren perspectivas geopolíticas en decisiones comerciales clave de forma estratégica y proactiva.

Pero al mismo tiempo, en un entorno donde un solo comentario podría dañar gravemente la confianza, la retención del talento o la reputación de una empresa, los ejecutivos deben ser prudentes al abordar cuestiones geopolíticas con los trabajadores.

Partimos de un asunto profundamente personal, en la que intervienen historias personales, credos y lealtades. Las experiencias individuales, los acontecimientos globales y el consumo de noticias influyen en la forma en que los empleados se relacionan con las posturas de sus organizaciones sobre cuestiones geopolíticas. Los líderes empresariales se enfrentan al doble reto de desenvolverse en una geopolítica externa compleja y, al mismo tiempo, gestionar un entorno interno potencialmente tenso.

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Sin embargo, existen cinco elementos de una estrategia geopolítica proactiva que pueden ayudar a construir puentes de entendimiento entre colegas con perspectivas y trayectorias diversas.

  1. Marco de pluralidad geopolítica. Implica reconocer explícitamente que los colaboradores provienen de contextos geopolíticos diversos, con narrativas históricas, ideológicas y afectivas distintas. Conviene entonces incluir una cláusula en la política corporativa que afirme el respeto por las identidades geopolíticas como parte del compromiso con la inclusión. Un enunciado similar a este: “La empresa reconoce y valora la pluralidad de visiones geopolíticas como parte de su riqueza cultural y estratégica.”
  2. Código ético de diálogo intercultural. Es establecer principios para el intercambio respetuoso de ideas, especialmente en temas sensibles como conflictos internacionales, migración, soberanía y otros. Es crear protocolos para conversaciones difíciles, con facilitadores capacitados y espacios seguros como talleres de “narrativas cruzadas” donde se exploran tensiones sin imponer una visión dominante.
  3. Blindaje reputacional y comunicación institucional. Diseñar una estrategia de comunicación que anticipe riesgos reputacionales derivados de posturas geopolíticas internas. Puede implementarse con un manual de crisis que contemple escenarios como declaraciones públicas de colaboradores sobre conflictos internacionales.
  4. Gobernanza participativa y representación. Es incluir voces diversas en la construcción de políticas internas, especialmente de regiones históricamente marginadas. Puede generarse a través de comités consultivos con representación geográfica y cultural diversa.
  5. Formación en geopolítica ética y narrativa. Es capacitar a líderes y equipos en el análisis ético de contextos geopolíticos y evitar simplificaciones o sesgos. Puede establecerse a través de programas de formación que combinen historia, ética, diplomacia y narrativa institucional.

 


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