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Hablar, inconfesado miedo social

Hablar, inconfesado miedo social

Hablar, inconfesado miedo social

En el mundo de las fobias existen unas legendarias y otras que aparecen en el día a día. Muchas son inconfesadas, aunque ampliamente extendidas como el temor a hablar.

El diálogo “espontáneo” se considera altamente riesgoso a nivel personal y profesional. En general, entablar pláticas “casuales” no resulta tan inocuo. De ella se derivan decisiones, oportunidades, juicios y problemas…o todo al unísono.

Esto porque en las conferencias y presentaciones programadas ya se localizó el mensaje clave, se reunieron los datos duros que sostendrán nuestra hipótesis e incluso se tienen anécdotas que se intercalarán en la presentación. También se conoce al público objetivo.

Es decir, existe muy poco margen de fracaso o ineficiencia. pero en la interacción informal esto no ocurre: es inusitada e inmediata.

Aunque la mayor parte de nuestra comunicación ocurre de manera espontánea, es la que mayor tensión causa cuando nos hacen preguntas, piden nuestra opinión o tenemos que vender nuestras ideas en el momento. Incluso, si cometemos un error tenemos que recuperarnos de inmediato. No en vano: tememos hablar.

Más del 75 por ciento de las personas informan estar nerviosas en la comunicación de alto riesgo, ya sea planificada o espontánea. Sin embargo, respirar profundamente y hacer gestos más amplios y lentos permite calmar la ansiedad y también reducir la velocidad al hablar, un signo inequívoco de ansiedad y falta de confianza.

Concentrarnos en el presente y evitar enfocarnos en el resultado, como suele ocurrir en el 60% de las interacciones, también elimina mucha de la tensión. El famoso “aqui y ahora” es el principal “mantra” de la conversación.

Existen técnicas personalizadas para calmar el nerviosismo. Hay quien sostiene algo frío antes de hablar y muchos aseguran que los trabalenguas y canciones como preparación consuetudinaria son ideales. La meditación es uno de los subterfugios ideales para escapar de la tensión. Sin embargo, enfocarse en el oyente da buenos resultados la mayoría de los casos. Sonreír al saludar al interlocutor también permite una relajación inmediata.

Por otra parte, escuchar es fundamental.  Eso podría implicar mudarse físicamente a un espacio que sea más tranquilo, apagar el teléfono y evitar mirar los mensajes del celular. En la escucha efectiva se requiere aclarar, hacer preguntas y parafrasear. Esos pasos ralentizan el ritmo para garantizar que recibamos la información con precisión.

En cualquier interacción, por otra parte, conviene analizar ¿Qué queremos que la gente sepa, sienta y haga como resultado de lo que decimos? De nuevo, eso nos ayuda a priorizar y restringir lo que decimos.  Es un paso previo antes de emitir la primera palabra.

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Cuando existe mucha tensión existe la proclividad a parlotear e incluso a decir cosas sin sentido o contradictorias. El consejo proverbial es: escucha más y habla menos.

Ahora, las conversaciones triviales que para muchos resultan muy estresantes, deben verse como una oportunidad para conocer, conectarte, encontrar y unir áreas comunes de interés.

No existe una técnica u oración “preseleccionada” para abrir· el diálogo social espontáneo, pero en general el elogio sincero suele abrir la conversación.

Así, ante el peligroso enunciado de “tenemos que hablar”, conviene respirar profundamente, guardar silencio e inclinarse un poco hacia el interlocutor. Darle la oportunidad de expresarse. La atención plena es mejor el antídoto contra el miedo a hablar.


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