Golpe de timón en el ISSSTE
La demanda de mejores servicios en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) requiere del apoyo de todos los sectores involucrados para que 14 millones de derechohabientes, en su mayoría servidores públicos del país, reciban atención satisfactoria, además de una buena administración con mística de servicio.
Si bien el Instituto cuenta con 77 mil trabajadores de base y una plantilla de personal de confianza, más la llamada estructura de mandos medios y superiores, hace falta cubrir vacantes y en el tema de equipo médico, este es insuficiente, de mala calidad, obsoleto, en la mayoría de los casos.
Por ejemplo, la atención dental es intermitente en casi todos los servicios; fallan las unidades o carecen de resinas; el personal de esta especialidad es insuficiente, sobre todo para atender a los adultos mayores y los equipos de imagenología, radioterapia y tomógrafos requieren de alta tecnologiá.
Cada servicio tiene sus características y sus necesidades; cada unidad médica tiene problemas específicos, otros padecen fugas de agua, inundaciones por deficiencia de drenajes, pésimo servicio de limpieza, de vigilancia; falta de mantenimiento en cargas eléctricas, por decir lo menos.
Está en puerta la Ley Silla para que todos los trabajadores que permanecen de pie por largas jornadas, de acuerdo con sus desempeños, tengan acceso a una silla, al descanso. En este caso, los trabajadores del ISSSTE pasan largas horas sentados sobre sillas rotas, sin respaldo, de mala calidad, que afecta su calidad de vida y laboral.
Se avecina un relevo en la Dirección General; con este cambio, desde que se fundó el ISSSTE, en 1959 y que comenzó a operar en 1960, ya suman 25 directivos entre ejemplares, buenos y ladrones y con honrosas excepciones algunos han mostrado don de mando, mistica de servicio y transparencia.
En 1960, el ISSSTE amparó a 129 mil 512 trabajadores; 11 mil 912 pensionistas y 346 mil 318 familiares, un total de 487 mil 742 derechohabientes beneficiados con las 14 prestaciones que marcaba la Ley en vigor.
Hoy, son 14 millones de derechohabientes; se destina el 70 por ciento del presupuesto para el pago de pensiones y gobiernos estatales adeudan al ISSSTE más de 64 mil millones de pesos; cuando cada trabajador destina religiosamente su cuota para recibir servicios, muchos, de mala calidad por falta de insumos.
Es digno reconocer que, por humanismo, por empatía, por dignidad, el grueso de los trabajadores, además tiempo, destina recursos de su quincena para comprar baumanómetros, oxímetros, material de curación; cubren más tiempo de sus jornadas para atender a los pacientes si por alguna razón se registra ausentismo involuntario.
Se exige la prestación de servicios médicos con calidad de países europeos y no se reconoce la gran capacidad de médicos especialistas que han salvado vidas con insumos propios, con el pago de especialidades que sale de sus bolsillos; las enfermeras también hacen un gran esfuerzo por capacitarse.
En las nóminas existen enfermeras que ingresaron como auxiliares y ya cuentan con doctorados, maestrías, licenciaturas y siguen cobrando salarios deprimentes cuando tienen que pagar transporte privado para llegar a tiempo sin generar descuentos por retardos o faltas y, además, son víctimas de malos tratos y despidos injustificados.
Baste decir que en este sexenio el ISSSTE se desenvolvió entre buenos y pésimos administradores, sobre todo de unidades médicas cuyos directivos cuidaron más sus puestos e ingresos personales como al tesoro de Moctezuma que en atender y diseñar estrategias de atención eficientes y oportunas en favor de los derechohabientes.
Hay mucho que hacer en el ISSSTE para llevarlo a los niveles de salud de Noruega o Dinamarca, deseados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, que en el poco tiempo que le resta a su mandato será una odisea, de no ser así, quedará en un gran reto que deberá asumir la siguiente administración sexenal.
También se reconocen los esfuerzos que se han hecho en este sexenio por “nacionalizar” los servicios que literalmente fueron “privatizados” en anteriores administraciones; el servicio de ambulancias es privado; se rentan equipos médicos, de laboratorio, de banco de sangre, hemodialisis, hemodinamia; se alquilan sistemas de computación, entre otros insumos y equipos.
Las acciones fundamentales para abatir el rezago en el Instituto van desde mejorar la calidad y calidez en el servicio; brindar atención con medicina de calidad; suficiente equipamiento médico; el consecuente mantenimiento de infraestructura hospitalaria; imprescindible solventar el abasto de medicamentos y materiales de curación; suficiente personal médico, de enfermería; técnicos y administrativos mejor pagados.
En ese sentido el Instituto cuenta con personal calificado de base y confianza a niveles internacionales, como los de Dinamarca o Noruega y mejores que ellos en varias especialidades, sobre todo en el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre.
El reto mayor es acabar de raíz con la corrupción que aún pervive gracias a los contratos leoninos que se firmaron en décadas pasadas que llevaron a la privatización silenciosa emprendidas desde los setenta hasta el 2018, donde gran parte del presupuesto se destinó para campañas presidenciales, sobre todo, de políticos del Grupo Atlacomulco y el pagó de pensiones.
Sin embargo, sus trabajadores, los que desde hace 64 años en que el instituto atendía a 129 mil derechohabientes, siguen siendo los pilares fundamentales que sostienen a capa y espada los diversos servicios y 21 prestaciones, sin embargo, son víctimas de abuso, acoso laboral y despidos injustificados de jefes de servicios médicos y, sin embargo, hoy brindan, con todo, atención a más de 14 millones de mexicanos.
La peor etapa del ISSSTE se registró durante las administraciones de José Antonio González Fernández (1997-1998); Socorro Díaz Palacios (1998 – 2000); Benjamín González Roaro (2000-2006); Enrique Moreno Cueto (2006); Miguel Ángel Yunes Linares (2006-2010); Jesús Villalobos López (2010-2011); Sergio Hidalgo Monroy Portillo (2011-2012); Luis Antonio Godina Herrera (2015) y José Reyes Baeza Terrazas (2015-2018), este último descaradamente despojó a los trabajadores de Vales Decembrinos con la anuencia sindical.
Gracias al pillaje de los mencionados, confabulados con subalternos y algunos dirigentes sindicales, el ISSSTE no creció al ritmo que se requería hasta llegar a la obsolescencia en casos como Tiendas y Farmacias.
Las administraciones fueron rebasadas por la corrupción y perdieron capacidad resolutiva. Además, las plantillas de personal no están equilibradas y desde hace 40 años no se habían construido hospitales regionales.
Los directivos del ISSSTE tienen el gran reto de robustecer la atención de Primer Nivel a la salud, con la remodelación y mantenimiento de 434 unidades en todo el país, en el sentido que el 80 por ciento de derechohabientes acude a las clínicas.
Además, tendrían que valorar la apertura de turnos vespertinos, sábados y domingos, así como la mejora de los laboratorios y clínicas en la Unidades de Medicina Familiar, en todo el país.