¿Encantar en siete segundos?

Dicen que el amor a primera vista se anuncia con mariposas en el estómago, respiración entrecortada y un corazón que se desboca. Pero más allá del mito en el amor a primera vista, hay un umbral invisible que cruzamos cada vez que nos encontramos con otro ser humano: siete segundos.
Siete segundos para que el alma decida si confiar, breve lapso para que el cuerpo reconozca o rechace, momento en el que se decide abrir la puerta o cerrarla. Siete segundos para seducir o ser inadvertido.
Y en ese tiempo, tres gestos pueden convertirse en rituales de bienvenida: el flash de cejas, el efecto espejo y escuchar nuestro nombre en la voz de otra persona. No son actos automatizados. Representan sortilegios que podemos emplear a voluntad.
- El flash de cejas. Cuando cruzamos miradas con alguien por primera vez, nuestro cerebro realiza un escaneo ultrarrápido buscando señales de amenaza o seguridad. Es un mecanismo de supervivencia tan antiguo como nuestra especie. Y ocurre en milisegundos. Una de las señales de confianza más potentes es tan simple como levantar ligeramente las cejas. Este pequeño gesto envía al otro un mensaje subconsciente de reconocimiento social: “Te veo, me alegro de conocerte”.
La amígdala cerebral decide si confiar en alguien en solo 33 milisegundos. Y utiliza principalmente dos rasgos: la forma de la boca y de las cejas. Si detecta una sonrisa con cejas levantadas, su juicio es mucho más positivo.
Conviene practicar frente al espejo el “flash de cejas” mientras saludas. Hazlo antes de tu próximo encuentro y observa cómo mejora la calidez de la recepción.
- El efecto espejo. Es cuando sientes” que hay algo extrañamente familiar en esa persona. Como si la conocieras de antes. Te sientes cómodo sin saber por qué. Es el “efecto espejo”, uno de los fenómenos más estudiados en psicología social. Cuando alguien adopta nuestros gestos o postura o ritmo al hablar, nuestro cerebro detecta similitud.
Y la similitud genera confianza. La buena noticia es que puedes usar esta técnica de forma consciente reflejando sutilmente la postura o gestos de la otra persona. Imitar el lenguaje corporal aumenta el afecto hacia el imitador 12%. El secreto está en las neuronas espejo: células cerebrales que nos ayudan a experimentar las emociones de los demás.
Adaptar el ritmo al de el interlocutor es algo que debe automatizarse. Si habla despacio, bajar la velocidad. Si gesticula, permitir que tus manos también se expresen.
- Repetir el nombre de nuestro interlocutor. Pocas palabras tienen tanto poder sobre nosotros como nuestro propio nombre.
Estudios de neuroimagen muestran que escuchar nuestro nombre activa las mismas áreas que cuando comemos chocolate o recibimos dinero. Y aquí está la clave: tendemos a asociar las sensaciones placenteras con quien las provoca.
Al pronunciar el nombre de alguien varias veces, estás creando una sensación de bienestar que esa persona asociará inconscientemente contigo. Conviene emplear el nombre de la persona al menos dos veces en los primeros minutos: “Encantado de conocerte, Alberto… ¿Y a qué te dedicas, Alberto?”
Como toda habilidad social, estas tres técnicas, sutiles herramientas de seducción, mejoran con la práctica. Representan umbrales de encantamiento.