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El México de los desaparecidos (10 de mayo)

El México de los desaparecidos (10 de mayo)

El México de los desaparecidos (10 de mayo)

Por aquellas madres que buscan a sus hijas e hijos desaparecidos, y que no encuentran calma ni sosiego. Nada las consuela. Camelot.

Quizá hoy que es Día de las Madres, hay madres que sufren por la desaparición de sus hijos o hijas, o esposos o sobrinos. A ellas se les debe recordar en este Día. Cuando una mañana o tarde las vieron salir del hogar y no han regresado. Existen en México y en Veracruz y en Orizaba, Grupos Colectivos que las buscan, con palas, en terrenos áridos, en montes donde los delincuentes, después de matarlas, las arrojaron y sepultaron con maldad, ellas las buscan con la esperanza de encontrar algo, una prenda que las identifique, un zapato, un algo que les diga que ahí están, porque nada hay peor que no saber de ellas y ellos. Madres que excavan la tierra con picos y palas, en la esperanza de verlas de nuevo. Es un peregrinar constante. Cada uno de nosotros en este país, que es un Cementerio gigante, conoce del caso de alguna jovencita o de algún joven que salieron a sus tareas cotidianas, o al café o a la escuela, y no han regresado. Sus madres los buscan, los quieren cómo los encuentren: vivas o muertas. Desgarra entrar al Internet y buscar a muchas de ellas. En México hay más de 32 mil desaparecidos, entre jovencitas y hombres y esposos. Hace dos años, en un día como este, escribí de aquella jovencita que, cuando junto a unos amigos pasaron por Tierra Blanca, encontraron la muerte de manos de unos malvados que hoy están detenidos en espera de ser sentenciados, a quizá 70 años de cárcel, o más, porque ese delito se tipificó como feminicidio. Hay cartas y relatos conmovedores. Escritos que uno busca en Internet y que desgarran el corazón.

 

DESCANSAN BIEN

 

Todos suelen decir que nuestra Madre está en un mejor sitio y en un mejor lugar. Descansando en ese cielo infinito, donde Dios recibe a los buenos. Pero nada. Yo la quiero aquí, a mi lado, como cuando de chiquillo nos cuidaba y protegía, cuando desde la casa calurosa nos veía ir a la escuela, y esperaba que diéramos la vuelta hasta que su vista nos perdía en el infinito, la quiero aquí, aunque sé que no se puede, porque extraño todo de ella, sus abrazos, sus regaños (pocos), sus consejos y sus pláticas en aquel corredor junto a las tías, Esperanza y Edelmira, cuando la tarde caía y ellas contemplaban el paso de la gente. Cuando por las mañanas íbamos al patio a recoger los aguacates, que ese árbol gigantesco soltaba por las noches, extraño cuando nos hacías los chocomiles y los amigos llegaban a compartirlo, gorrearlo, pues, por tu siempre mano generosa de dar a quienes llegaban a casa. O los recreos de la escuela, donde llegabas con la torta o el sándwich y los 20 centavos de aquel tiempo. Así te extraño, Madre, entre vientos y tempestades, entre alegrías y tristezas, en el sitio donde seguro nos sigues viendo y protegiendo a la distancia. Sé que algún día nos reencontraremos, pero mientras eso ocurre, en este especial 10 de Mayo, yo te recuerdo, Madre. Me gusta pensar que voy a verte, no sé en qué lugar, ni en que estación o circunstancia. No sé si hoy, mañana, en unos años o en alguna otra vida. No sé si siendo niños, jóvenes o ancianos; en forma de personas, de agua y piedra, flor y tierra o lluvia y cielo. Sólo pensar que voy a verte de algún modo; en algún tiempo en que nuestros destinos coincidan nuevamente. Sólo pienso en eso. Me gusta pensar que voy a verte. Y espero con ansiedad.

 

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La Encuesta Nacional

HIJA MIA, EN CASA HAY UNA SILLA VACIA.

 

“La angustia empezó y salimos los dos a buscarte. Nos encontramos con tu hermano y ya los 3 anduvimos hasta las 5 de la mañana. En la segunda noche vi una estrella fugaz y el dolor fue enorme. A los 5 días una llamada nos advierte que unos tipos de una camioneta te agarran y te suben a la fuerza. Ahora se cumplen 13 años que no te veo; que no sé de ti. Qué no hemos parado de preguntar y caminar, de tocar puertas y no hablan. Un silencio de complicidad roe corazones de quienes saben y enmudecen. Hija mía, en casa una silla está vacía. Los corazones rotos, pero la esperanza de encontrarte no muere. Seguiremos buscándote hasta que la vida nos permita”, escribió Silvia, en un texto a su hija.


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