El G7 no solo es Trump
Se debe abrir una ventanilla con los inversionistas de la Unión Europea y Canadá.
Con la invitación al G7 por parte del primer ministro de Canadá, Mark Carney, México se integra a los espacios donde se negocia la agenda global, esa, la verdadera agenda mundial.
Donald Trump dejó la reunión de improvisto, pero la presente administración debe entender que no todo es Estados Unidos. Los mercados asiáticos y europeos son amplios y hay que saber entenderlos e integrarnos a ellos.
La presidenta Claudia Sheinbaum representa al país en esta edición del G7, presidida por Carney, quien asumió el cargo en marzo pasado.
La participación de México responde al interés del foro en ampliar el diálogo internacional con economías emergentes (India, Brasil, Arabia Saudita), y actores estratégicos, frente a temas como el cambio climático, la seguridad energética y el desarrollo sostenible.
Como preámbulo Sheinbaum sostuvo una reunión con el Consejo Empresarial de Canadá. Los economistas lo dicen. México debe aprovechar el G7 para atraer inversión al enviar mensajes claros con compromisos ineludibles con la estabilidad jurídica, apertura de mercados y el impulso a sectores estratégicos como manufactura avanzada, energía y tecnología.
La política barata no deja nada bueno y el régimen actual lo debe de entender. El crecimiento futuro debe basarse en la economía real, en la desregulación, la inversión y en un entorno favorable para las empresas.
Hay que codearse con la vanguardia para atraer inversiones y dejar de jugar ala izquierda barata. El G7 da la oportunidad de alinearse con una visión moderna del desarrollo que ya empujan otras economías como menos deuda, más inversión, más colaboración público-privada.
Como parte de América del Norte, nuestro país tiene ventajas que muchos buscan: cercanía con el mercado más grande del mundo, fuerza laboral y tratados comerciales preferenciales.
El encuentro marcó el 50 aniversario del foro político-económico más influyente del mundo reúne a las principales potencias democráticas industrializadas en un contexto de tensión geopolítica y desafíos económicos globales.
Que más se puede pedir: Canadá como anfitrión; además de Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, Japón y Reino Unido cuyos integrantes se reúnen una vez al año para discutir temas urgentes y crear un consenso en acciones coordinadas.
Para diversos expertos, es importante que la mandataria federal exponga ante las economías más importantes a nivel global los Polos de Desarrollo Económico para el Bienestar y su denominado Plan México.
La cumbre también contará además de México, con la presencia de líderes de Brasil, India, Ucrania, Australia, Corea del Sur, Sudáfrica y Arabia Saudita.
La participación de México en este foro simboliza una oportunidad estratégica para fortalecer su posición internacional, impulsar cooperación en materia tecnológica y energética, y proyectar la agenda de política económica de la administración encabezada por Claudia Sheinbaum.
La ex Jefa de Gobierno capitalino debe impulsar una agenda directamente con los mandatarios de las otras seis economías, estableciendo interlocutores de confianza, con un marco de intereses en común, en medio de la guerra comercial intermitente de Trump.
No todo es la Unión Americana, se debe abrir una ventanilla con los inversionistas de la Unión Europea y Canadá con información sobre seguridad jurídica, avances e intenciones en energía limpia, manufactura, estabilidad macroeconómica y vender los Polos de Desarrollo.
Así sin tapujos: la Cumbre del G7 tiene consecuencias para México. Por una parte, puede acelerar la relocalización de empresas en América del Norte de la que podríamos beneficiarnos si adoptamos políticas internas que hagan más atractiva la inversión en nuestro país, y eso, precisamente eso, es lo que deben de entender un gobierno llamado de izquierda.
