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El fracaso de Egla

El fracaso de Egla

El fracaso de Egla

Como todos los que pronto concluirán su gestión en la administración estatal, incluyendo al gobernador formal Carlos Manuel Merino Campos, Egla Cornelio Landero deja la Secretaría de Educación con más pena que gloria. Su gestión y larga lista de pendientes que ella enumeró al renunciar al cargo, se resume en un sonado fracaso. Nada que destacar en sus casi cinco años de fallida administración.

Deja, en cambio, un sector educativo hundido, desde el abandono en la infraestructura de las escuelas que no pudo resolver hasta convertido en un polvorín por el atraso en el pago retroactivo al magisterio de educación básica al que no supo o no quiso defender ante el gobierno, y la incertidumbre de que haya recursos para pagar las prestaciones de fin de año como el aguinaldo, amén de señalamientos de presunta corrupción.

Para nadie es secreto que como todos en el gobierno legal, ampliado y descentralizado, su nombramiento fue resultado de su amistad y por pertenecer al equipo del entonces y todavía gobernador real, Adán Augusto López Hernández, pero nada que ver con su capacidad o competencia, menos su sensibilidad, para asumir la responsabilidad de un sector educativo complejo y con problemas.

Durante su gestión, Egla Cornelio fue más conocida -y denunciada principalmente por la doctora Leticia Romero Rodríguez- por aprovechar su posición para beneficiarse como profesora de tiempo completo en la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), y de su pésima administración al frente de la Secretaría de Educación, y antes de la de Movilidad.

Después de su frustrado intento de ser rectora, aunque hoy lo niegue, seguramente continuará en la UJAT -nunca enseñó los permisos para poder trabajar en la administración pública estatal- y buscará seguir teniendo influencia para intentar sacar provecho como de manera recurrente lo hizo como funcionaria, de acuerdo a señalamientos.

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Solo que ahora el próximo Gobernador no será “Adancista” y Egla Cornelio no podrá imponer o hacer lo que quiera dentro o fuera de la Universidad, como sucedió cuando estaba amparada en un cargo público. Se acabaron sus tiempos donde la constante fue la soberbia y excesos.

En retrospectiva, más allá de la propia dinámica y acciones de la Secretaría de Educación, no hay nada destacado en el sector educativo de lo que pueda presumir que hizo en su desastrosa gestión. Se fue por la puerta de atrás, huyendo, sin entregar cuentas, como una más del montón.


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