El discurso secuestrado
Triques
Por José García Sánchez
La palabra convoca a acciones cuando se pronuncia. Mueve ideas e intenta transformar pensamientos.
Así, en medio de la lucha por la candidatura a la Presidencia de la República, el discurso convencional, ese de las promesas no cumplidas y los conceptos habituales de esperanza social, ha muerto.
Lo de hoy es el tema de la pobreza como ideología, la lucha por la equidad como objetivo, por un lado y, por el otro, la falsa raíz indígena convertida en aparente lucha social y la mentira, como verbo impoluto y sin definición, lanzado al viento electoral.
La derecha secuestró el discurso de los candidatos progresistas, le arrebató banderas a la izquierda; ahora, estrena una disertación popular, y en ella debe seguir hasta las elecciones de 2024, aunque sea con otro candidato, de tal suerte que, aunque el lastre de las mentiras de Xóchitl Gálvez, la obligue a caer, deben mantener esta línea retórica y en la alianza opositora no hay muchos que puedan llevar el disfraz con congruencia.
En Morena, hay tres discursos, uno apegado, adherido, a la línea del presidente Andrés Manuel López Obrador, otro, con rostro femenino que eso implica cambios, y el otro, de plano, con tendencias al centro, incluso a la derecha.
Aquí hablamos del discurso del aspiracionismo que caracterizó por años a la derecha y ahora está ubicado en el ala conservadora de Morena, encarnado por Marcelo Ebrard. La derecha se actualizó pero parte del conservadurismo de la izquierda se dejó invadir por la nostalgia del pasado y vuelve, en nombre de una continuidad vacua, a la demagogia.
El discurso de la derecha tradicional, ahora busca oradores con antecedentes de pobreza en sus filas y en su desesperación por buscar un lugar destacado en ese páramo de falsos orígenes, adopta militantes improvisados y crea historias increíbles.
La derecha no se ha vuelto sensible a las necesidades de la población, se ha actualizado según su mercadotecnia electoral. Y en ese desprendimiento de su vieja retórica, abandona a su soledad el discurso de campaña convencional que todo lo disfraza para alcanzar sueños, por lejanos que parezcan.
Se dio cuenta de que la palabra impide el engaño cuando se sabe escuchar. Impide sorpresas cuando se lee entre líneas y muestra las intenciones descarnadas cuando hay conciencia social
La derecha de Morena, encabezado por Marcelo Ebrard crea islas de simpatizantes, grupos de individuos inconexos que ni se integran a las masas ni se organizan en sus núcleos sociales. Es decir, la adhesión que muestran hacia Ebrard es efímera y frágil, solo durará mientras gana la candidatura. Ganar la candidatura de Morena, significa ganar la Presidencia de la República. Después de eso, el desencanto de no obtener un cargo público y al regresar a la rutina volverá la indiferencia hacia la actividad política entre sus actuales seguidores.
El discurso que se encamina hacia el centro no convoca a la organización social sino a la individualidad. Impulsa la competencia entre iguales y desdeña el trabajo en equipo. La meritocracia se vuelve practica cotidiana y el aspiracionismo una religión desacralizada.
La soledad del discurso de Ebrard sólo tiene el fin de llegar a la candidatura, pero no a la Presidencia. Su alocución no sólo es de derecha sino anacrónico, la propia derecha así lo considera en su vuelta de tuerca hacia la propaganda progresista que ahora utiliza y no va a abandonar en el dicho.
La presentación de libro de Ebrard, una especie de currículum novelado, es para convencer no para vencer. La caminata urbana, que excluye poblados pequeños y calles sin pavimentar, por el país, es parte de un proyecto personal pero no social y su discurso se hilvana en el tejido de una convicción añeja que se agota en la candidatura y si se encamina hacia la campaña a la Presidencia deberá cambiar, incluso, radicalmente.
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