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El cuerpo invisible

El cuerpo invisible

El cuerpo invisible

Cada vez se populariza más el concepto de “salud espiritual” en el ambiente corporativo global.  Y con esto, se desdibuja la invisibilidad de nuestro cuerpo espiritual que místicamente lo asociamos a la conexión con lo divino y pragmáticamente se toma como el encuentro de significado y propósito.

Durante mucho tiempo sólo asumimos que teníamos un solo cuerpo, el físico, el conformado por piel, huesos y distintos órganos perceptibles a simple vista o internos.

De manera paulatina descubrimos un segundo cuerpo donde residían nuestros pensamientos y recuerdos. El cuerpo mental. Casi al unísono develamos otro cuerpo: el emocional donde también están los sentimientos.

Asumimos que teníamos tres cuerpos: físico, mental y emocional. Pero existe uno más que tiene que ver con el invisible espíritu. Quienes profesan el catolicismo lo asocian a la figura del Espíritu Santo o la parte de la divina trinidad que no vemos y representamos como parte de nuestra consciencia y al conectarnos con la serenidad o “Dios en nosotros” lo representamos con una paloma.

En el budismo, el término “espíritu” se refiere a la naturaleza última de la realidad y a la conciencia que trasciende los límites del individuo. Es la chispa divina que conecta a todos los seres y que nos permite experimentar la interconexión y la unidad de la vida.

Simplistamente podemos asegurar que es el halo de Dios en cada uno de nosotros, hechos a su imagen y semejanza.

Mundanamente, el espíritu es un cuerpo en el que reside un afán natural por encontrar significado y propósito a la vida y a lo que hacemos. Es asumir que la vida no se limita a nacer, crecer, reproducirse y morir, sino a aportar y servir a los demás. Esa noción conforma otro cuerpo de lo que somos y los que nos impulsa a sobreponerlos a la inacción, inmovilidad e incluso tragedia. Es la estructura de la resiliencia.

En el folclor del judaísmo,  donde aparece por primera vez la percepción de que el  espíritu juega un importante rol en la salud. Esto se establece con la figura del dybbuk. Es un espíritu malvado que se introduce en una persona viva, se adhiere a su alma y le provoca una enfermedad mental.  Este concepto puede interpretarse como una forma de entender ciertos tipos de trastornos mentales en el contexto cultural judío.

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En la Encuesta Global Gen Z del McKinsey Health Institute a 41.000 personas en 26 países revela que, a pesar de las diferencias generacionales y regionales, la mayoría de los encuestados valoran la salud espiritual.

En particular, más del 80 por ciento de estas preocupaciones se ubican en Brasil, Indonesia, Nigeria y Vietnam mientras menos del 45 por ciento se ubica en Irlanda, los Países Bajos y Suecia.

La salud espiritual se correlaciona con la salud mental, social y física. Así los empleadores y las partes interesadas pueden apoyar el bienestar espiritual al ayudar a las personas a encontrar un propósito en su trabajo y en sus vidas, con lo que establecerán una positiva interconexión con las diversas dimensiones de la salud.

Es momento de comenzar a ver nuestro cuerpo invisible.


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