Del ogro a la serenidad
Cuando alguien pierde credibilidad aparece un dolor dual: quien traicionó, mintió o presentó un abuso de poder se resquebraja ante si mismo, pero la víctima también pierde. Entonces ella trata de subsistir a un duelo no reconocido plenamente con coraje o rabia. Entreteje historias de ogros en la mente, pero eso sólo alimenta la sensación de minusvalía.
Transitar a un estadio feliz, como la serenidad, requiere una metáfora o un dato verídico y contundente. Es el anclaje al “aquí y ahora”, corazón del mindfulness. Empiezo así:
Si se desea permanencia en el mercado, y tener una mayor participación en éste, se requiere ofrecer valores únicos a los consumidores. Esto, dada la uniformidad de tecnologías y materiales, sólo es posible mediante intangibles como la creatividad y las ideas. Es decir, la riqueza que genera cada persona.
Entonces, esa unicidad rompe el esquema de comodities o estandarización de puestos laborales. Cada persona, su marco referencial, personalidad y “dones”, algo que va más allá de las competencias genéricas, le permiten aportaciones únicas al trabajo que desempeña.
Esta metamorfosis empresarial que personaliza la gestión, comenzó a formarse antes de la recesión mundial. Representa una vuelta natural a lo que siempre debió imperar en los negocios y la vida: un decidido humanismo.
Ahora, la prevalencia del Ser y el reconocimiento a la unicidad, deja de ser azaroso o fortuito y se convierte en un signo ineludible de sobrevivencia y crecimiento personal y corporativo.
Desde el momento en que a cada una de los colaboradores se les reconoce una idiosincrasia única e inmutable, se multiplican las posibilidades de lo que él puede aportar al mundo en general y al ámbito profesional en lo particular. Se habla entonces de una visión holística.
Ya no se trata de que un candidato X domine determinada función en la oficina, sino que sus valores, perspectivas, marco referencial y potencialidades sean idóneos para el puesto que desempeñará. Esto porque de esta forma generará una innumerable cantidad de valores agregados a sí mismo, la corporación y sociedad en general.
La aseveración de que cuando se tiene un sueño todo el universo “conspira” para que se cumpla, es más que una frase esperanzadora. Es un reconocimiento a la perfección del Plan Divin.
Pero a la par de esta perspectiva integral del individuo, se remarca el factor de respeto hacia todos. No se trata de “tolerar” diferencias ideológicas, morales, religiosas, raciales, generacionales, sexuales u otras. Es comprender y valorar las diferencias. Bajo tal perspectiva, resulta fácil adaptarse a lo disímil y desde ahí potencializar capacidades y desempeño de nosotros y de los otros, pues finalmente “todos somos uno”.
Vale mencionar que en la medida que aumenta la diversidad en una organización, se multiplican también las ideas y soluciones que esa firma puede generar y ofrecer.
Ahora, si se habla de holística y respeto, aparece un término un tanto inusual en los negocios: espiritualidad. Y es que no podemos hablar de integridad en un ser sin reconocer que está estructurado con cuerpo, alma y espíritu o soma, psique y pneuma. La psique o alma es la mente y se expresa como la personalidad. No es la parte divina. Esa corresponde al pneuma o espíritu, lo que nos permite conectarnos con Dios o el poder supremo.