Conexión social
Juventud eterna se consideró la utopía más anhelada a lo largo del tiempo. Sin embargo, todos, en algún momento, permitimos que nos sedujera esa promesa y asumimos que la industria cosmética y farmacéutica nos la endilgaría. Craso error: la teníamos más cerca. Es la conexión social.
Las buenas relaciones que pueden entablarse son los predictores más fuertes de salud y felicidad en cualquier edad. Incluso se documenta que son las que generan menor rotación de personal sobre factores importantes como percepción salarial. Las relaciones con los otros son las que imparten un sentido de propósito y conexiones significativas con la sociedad.
Reitero: esta conexión social no se limita a un grupo etario, prevalece en todas las generaciones. Hay quien asumió que la amistad y el amor estaban reservados a los jóvenes. Y es verdad. Mientras alguien mantenga relaciones significativas con alguien será joven. No importa su fecha de nacimiento.
En los ranqueos de profesiones más y menos felices, simultáneamente, se devela que las interacciones personales frecuentes y significativas inciden en mayor grado en las labores que realizamos. Somos más felices. En contraparte, al ermitaño se le tilda de triste.
Esto no implica estar rodeado siempre de personas, llenarse de pláticas insustanciales y banas. Es lograr interacciones significativas con algunas de ellas.
Más allá de la felicidad que propicia la conexión social, existen factores que inciden en la juventud: conexiones significativas y tener un propósito en la vida. Esto nos conduce a asumir un trabajo remunerativo o no, que permita ambos factores. También propicia un bono adicional: el aprendizaje continuo.
La participación en organizaciones o actividades comunitarias, clubs y asociaciones está ligado a los factores de juventud por siempre.
Todos estos hallazgos se alinean con el concepto de “participación social” o participación constante en actividades deliberadas que conducen a un compromiso significativo con la sociedad y la comunidad.
La “capacidad de contribuir a la sociedad”, en suma, nos blinda de los efectos adversos del paso del tiempo aún en sociedades altamente consumistas y superficiales como la nuestra.
Para 2050, cuando el número de personas mayores de 65 años crecerá del 9,4 al 16,5 por ciento de la población total del mundo, resolver la participación social en las ciudades y comunidades locales será esencial para construir una sociedad futura en la que la vejez no se asuma como obsolescencia sino un estadio de plenitud desde el que se comparten experiencias.