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Branding en la era líquida

Branding en la era líquida

Zygmunt Bauman, en su teoría de la modernidad líquida, reinventó la manera en la que posicionamos nuestro nombre, credibilidad y percepción.

El sociólogo y filósofo polaco describió la naturaleza cambiante y fluida de las sociedades contemporáneas caracterizadas por la falta de estructuras sólidas y permanentes, lo que genera una sensación de incertidumbre y transitoriedad en diversos aspectos de la vida.

En una sociedad de consumo como la nuestra, las personas no solo adquieren bienes, sino también se convierten en productos que deben ser atractivos, deseables y “vendibles”. La imagen personal cobra entonces un gran peso. El “parecer” cobra un protagonismo inusitado.

En este contexto, el branding personal se convierte en una herramienta esencial para destacar en un entorno competitivo. Las personas construyen su “marca” y muestran sus valores, habilidades y personalidad de forma auténtica pero estratégica.

Y al igual que las empresas renuevan sus productos, las personas en la sociedad de consumo deben adaptarse y reinventarse constantemente para preservar su relevancia, lo que implica actualizar la propia imagen y habilidades. La efimeridad se impone.

Paradójicamente, aunque el consumismo favorece la superficialidad, los públicos tienden a valorar la autenticidad en las marcas personales. Ser genuino puede ser una ventaja diferencial en un mundo lleno de opciones. Esto implica un profundo trabajo de introspección que comienza con una pregunta crucial: ¿quién soy?, ¿qué hago? ¿ para qué? Y ¿a quiénes sive?

Ahora, la instantaneidad y rapidez de esta era líquida impulsa la capacidad de captar la atención de forma inmediata. Las redes sociales son claves para el branding personal.

Más allá de la lógica del consumo que da forma no solo a nuestras decisiones económicas, la liquidez transforma nuestras interacciones humanas y la manera en que nos presentamos al mundo.

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El cambio constante y la adaptabilidad se imponen en el mundo mientras las instituciones tradicionales se pulverizan. Incluso el trabajo está cada vez está menos vinculado a un lugar físico o a un horario rígido, y se convierte en una actividad moldeada por proyectos, colaboraciones temporales y plataformas digitales. En un entorno donde todo parece efímero, las empresas deben liderar el cambio con culturas que ofrezcan propósito y sentido a través del valor simbólico.

Nosotros, como profesionistas, ¿podremos generar con nuestro nombre una marca que esté presente en la vida de nuestros empleadores, colegas y partes interesadas? Esto va más allá de nuestra vida funcional e incluso emocional. Es el valor simbólico lo que debemos perseguir, lo que marca nuestra huella en otros.

 

 


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