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Aquel Kiki Camarena

Aquel Kiki Camarena

Aquel Kiki Camarena
Columna ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez

El caso Enrique Kiki Camarena, el agente de la DEA que fue torturado y asesinado por Caro Quintero y Don Neto y pandilla que les acompañó. Esa afrenta la DEA no la olvida ni la olvidó. En los pasillos de la CIA, en Langley, Virginia, eso lo he visto en películas, Yo Mero no he ido allí todavía, el nombre de Kiki Camarena aparece entre la galería de los caídos en el cumplimiento de su deber. Se acusó a funcionaros federales, entre ellos salió a relucir el nombre de Manuel Bartlett, quien nunca más regresó ni siquiera a Disneylandia, por aquello de no te entumas. Aquel feo suceso que empaño a México, ocurrió en 1985. La revista Time le dio la portada, llegó como héroe a su país, un grupo de soldados de élite cargó el ataúd y hubo presidentes americanos que lo siguen recordando como uno de los suyos. Se ignora porque la DEA no entró con agentes a acabar esas bandas. Caro y Don Neto fueron detenidos, purgaron penas, salieron y volvieron a ser apañados. Y los americanos lo quieren extraditado. Se hicieron películas y en Netflix la serie Narcos relata mucho de aquel crimen, donde hasta se llevaron a un doctor en México, Álvarez Machain, que luego devolvieron. Toco el tema porque ayer un juez liberó, después de 36 años, a un hombre llamado Raúl López, un expolicia judicial que, en aquellos días alardeó que él había torturado a Kiki. El cuñado de Luis Echeverría Álvarez, hermano de la compañera María Esther, se entregó a la migra de Estados Unidos y fue encarcelado hasta su muerte, en 2021, donde purgaba tres sentencias de por vida encima. El caso aún no se cierra. Bartlett no puede ir a Estados Unidos, por el temor que lo detengan al pisar tierra americana. Y los personajes por allí deambulan aún, como fantasmas del libro de Juan Rulfo, Pedro Páramo.

LEER 20 MINUTOS

Hay una campaña mundial por leer. Los jóvenes no leen. Hay que enseñarlos a leer, acostumbrarlos a que lo hagan, sea cual sea el medio: diario, revista, folletos, libros, Tv y Novelas o Tv Notas, cualquier cosa impresa. Mientras que en Europa la media de lectura es de 11 libros al año, en nuestro país es tan sólo de 2.9. La clase baja mexicana no es la única que enfrenta este problema pues cuatro de cada 10 connacionales del sector más rico de la nación no lee. Pocos leen, a los chavos les debe dar ‘hueva’ leer. Es la gente grande la que lee. Son de la Tercera Edad. Han leído porque muy seguramente sus padres les inculcaron por años el querer saber más, trátese de lo que se trate. Hoy salen tantos libros que es imposible leerlos. Además, hay que ingeniárselas para leer a máxima velocidad. El presidente Kennedy, desde sus tiempos de estudiante de Harvard, presumía que leía a la velocidad de 1 mil 200 palabras por minuto, y retenía todo. Charles de Gaulle era de mente brillante, leía un discurso de cuatro páginas, y con eso sobraba para memorizarlo. Quien esto escribe lee como Dios le ayuda, a los sobresaltos y a veces a las cabeceadas y los bostezos. Suelo hojear las primeras 20 páginas de un libro, si no me atrae, se va a formar parte de la hemeroteca, al carajo. Al olvido. Ah, pero si me prende me dan las doce, la una y las dos, como canta Joaquín Sabina. El escritor Juan José Millas, escribió: “Me piden a veces que hojee libros o revistas y que informe sobre ellos. Cuando digo que para informar necesito leer todo el texto, me miran con piedad, como a un tonto. Nadie lee un libro entero en la actualidad. No hay tiempo, es para ayer, por Dios, ábrelo por tres o cuatro sitios para hacerte una idea. El problema es que los libros siempre se abren por donde no deben, para engañarte. John F. Kennedy fue uno de los más notorios alumnos de Evelyn Wood, precursora del método moderno de lectura veloz en los Estados Unidos. Otros dos moradores de la Casa Blanca, Theodore Roosevelt  y Jimmy Carter, también se destacaron como lectores rápidos. Estoy en eso porque en la Feria del Libro de Orizaba, compré el de Carlos Denegri, El vendedor del silencio, de Enrique Serna, libro que regalé y ahora releo, del periodista que inventó la columna política en los años gloriosos de Excélsior, al que Julio Scherer llamó: “El mejor y el más vil de los reporteros”. Lleno de anécdotas con Pancho Galindo Ochoa. Hace años, visité en su guarida de Reforma a Francisco Galindo Ochoa. Don Pancho no era otro más que el legendario Francisco Galindo Ochoa, poderoso jefe de Prensa de Díaz Ordaz y José López Portillo y asesor de Salinas, en sus tiempos de presidente casi imperial. Fallecido en 2008 a la edad de 95 años. Historia para mañana.


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