Algo falló en Veracruz


Los resultados de las elecciones en Veracruz son un foco rojo para Morena. Una verdadera preocupación y cuestionamiento severo sobre la cúpula de ese partido, que es lo más visible de las tomas de decisiones en las recientes elecciones para renovar las presidencias municipales.
Cuando la actual gobernadora de la entidad llegó al café La Parroquia, de Boca del Río, bastión panista, y la mayoría de los comensales la abucheó, no fue porque los panistas le hubieran ganado las mesas al contingente de Morena, sino porque hubo una estrategia que rebasó las múltiples limitaciones de la cúpula del partido en la entidad, encabezada por Esteban Ramírez Zepeta, ex secretario de la oficina del entonces gobernador Cuitláhuac García Jiménez. Es decir, su experiencia en partidos políticos es nula.
No faltará quien sospeche sobre la mala intención del ex gobernador nombrando a su amigo y cercano colaborador como líder estatal de Morena, para echar a perder la campaña de su sucesora. Ya había saboteado, con toda conciencia de lo que hacía, su designación al dar rienda suelta a la propaganda que se tomó por cuenta propia Eric Cisneros, entonces secretario de gobierno, cuando le dio la vuelta a Veracruz en tiempos electorales, con el pretexto de promover su libro, en el que se autodenominaba historiador. Eric desapareció del mapa político del país, pero Cuitláhuac tiene un cargo a nivel federal.
Desde el momento en que no previno Zepeta el rechazo a Rocío Nahle, en ese café, en la boca del lobo, en un espacio adverso, debió haber sido despedido, por no prever una circunstancia que es de primaria para alguien que maneja un partido político y más aún, en campaña.
Ni amonestación hubo, se tomó como incidente al azar o simplemente los astros lo produjeron, pudo haberle costado el triunfo a la candidata. Pareciera que lo protege alguien que no simpatiza con Morena.
Un sinnúmero de descalabros de Ramírez Zepeta crearon anécdotas antes y durante la campaña, desde su afición por el alcohol hasta los enfrentamientos con la cúpula nacional del partido.
El optimismo con el que está Morena no va a permitir que en este momento no sea despedido, porque sería reconocer que no hay nada que celebrar, al contrario. Pero el responsable principal y la negligencia tienen nombre y apellido.
El hecho de que Morena en Veracruz haya perdido más de un millón de votos, este 1 de junio, en lugar de avanzar hace que el trabajo de la Presidenta no valga, que el esfuerzo de millones de militantes se vaya a la basura, que la esperanza haya sido mutilada, pero eso no es delito como para estar en la cárcel, pero sí es causa suficiente para que se le señale como un ignorante de la política y un cínico como ser humano.
Se trabajó mucho en Morena, en todo el país, como para obtener los resultados que arrojaron las urnas en Veracruz. Un líder estatal que pierde elecciones en un estado en el mejor momento de su partido a nivel nacional, merece por lo menos, el despido.
Si hubiera oposición con ejercicio político, o por lo menos con pragmatismo electoral, las consecuencias de la elección para renovar presidencias municipales hubieran sido de un profundo daño para Morena y el inicio de su debacle. Afortunadamente sucedió en un momento en el que oposición política no existe en México.
Ramírez Zepeta no resiste ni siquiera un examen elemental de historia nacional o de cultura general. Impuesto por Cuitláhuac García, le ha hecho mucho daño a Morena en el momento en que su incapacidad le entrega el partido a la vulnerabilidad.