El precio de las mentiras


Alguno famosos de la televisión y el cine aparecen en video pidiendo dinero para la ACNUR, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, porque el gobierno de Estados Unidos, ha retirado la ayuda a ese organismo.
En lugar de exigir al gobierno de Estados Unidos coherencia, y responder a los organismos internacionales de acuerdo a lo compromisos previos, prefieren solicitar públicamente fondos, lucimiento de por medio y promoción de su imagen con motivo nobles. Estos actores y actrices le llaman “brutales recortes de fondos al sector humanitario”.
Prefieren el camino fácil, la armonía con los fuertes económicamente hablando, aunque éstos sean injustos, antes que pelear por lo legal.
Esto recuerda los pretextos pueriles que anteponen algunos comunicadores para justificar que recibieron dinero del gobierno, es decir, chayote, cuando dicen que en los medios donde trabajaban los salarios eran muy bajos y debían recurrir a las dádivas del gobierno, a cambio de tergiversar la esencia de su oficio y traicionar su vocación. Es decir, eran mentirosos a sueldo, de lo que todavía algunos se muestran orgullosos.
Lo periodista que hablan de esta injusta situación laboral, nunca fueron capaces de reclamar aumentos salariales, contaban con sindicato, líderes y difusión para lograrlo con facilidad; pero pedían 5 por ciento de aumento al contrato colectivo de trabajo cada año y le daban 3 por ciento, a cambio de este aumento pedían incremento en el porcentaje del intercambio de la mercancía y producto que el medio obtenía por medio de intercambio de publicidad, como viajes, llantas, automóviles, etc.
Los periodistas se autodefinían como personas con poder, superiores al resto de los mexicanos, con quienes condescendían por generosidad, incluso por compasión con el resto de la población.
La fuerza de los periodistas terminaba en el momento de exigir aumento salarial a sus patrones, a quien le rendían pleitesía, eran sus cómplices, no era una relación de patrón empleado, sino de ocio a la hora de recibir dinero del gobierno.
De haber querido los periodistas en México pudieron ser el gremio con mejore salario, paladines de los derechos laborales y honestos informadores de la sociedad. Hubieran podido entrar a la historia con dignidad y no con estigma de la complicidad de corruptos y de ser mentirosos.
Orgullosos afirmaban en esos tiempos: “A mí me pagan por lo que no digo y no por lo que escribo“.
No vivirían el desprestigio que ahora cancela su poca credibilidad. Pero prefirieron la comodidad con otro pretexto, el miedo. Pero se autodenominaban valientes, audaces, temerarios.
Eran cómplices del saqueo de la nación que realizaban con dinero público. En estos caso va muy bien la frase que dice: “No hay que cambiar de collar hay que dejar de ser perro“.
Luego de esa larga aventura por el oscuro túnel de las dádivas a los periodistas, la sumisión, el sometimiento, la actitud feudal del siervo prevalece inalterable a través de los años y, además, se difunde. En lugar de luchar por lo justo, frente a quien comete una injusticia, se pide ayuda por otro lado. De acuerdo que es urgente ayudar a los refugiados, y también informar con veracidad a la población del mundo, pero esto no ha ido real en la historia del planeta. Una tarea noble, justa, digna, altruista la convirtieron en negocio a través de los años, y hay evidentes pruebas.
El periodismo de los medios convencionales se convirtió en un oficio sin moral, lo cual implica que nadie ni nada puede afectarlo argumentando daño moral. Dejando sin protección legal y sin dignidad a los periodistas que dicen la verdad, que tienen vocación y que no aceptan dádiva para tergiversar la realidad, acomodándola en los intereses de quienes más dinero tienen.