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El Vía Crucis del Papa Francisco llama a reconciliarse con el mundo, con el prójimo y con uno mismo

El Vía Crucis del Papa Francisco llama a reconciliarse con el mundo, con el prójimo y con uno mismo

El Vía Crucis del Papa Francisco llama a reconciliarse con el mundo, con el prójimo y con uno mismo

Ciudad del Vaticano, 18 de abril de 2025 En medio de un mundo fragmentado por la prisa, la indiferencia y la lógica del descarte, el Papa Francisco propone, a través de las meditaciones del Vía Crucis de este Viernes Santo en el Coliseo de Roma, un profundo ejercicio de introspección y transformación personal. No se trata sólo de un acto litúrgico, sino de una invitación urgente a replantear nuestra relación con Dios, con los demás y con la creación.

Este año, el Pontífice no presidirá directamente la ceremonia, delegando la tarea al cardenal Baldo Reina, vicario general para la diócesis de Roma. Sin embargo, su mensaje atraviesa con fuerza cada una de las 14 estaciones: Jesús no camina solo hacia el Calvario; con Él, camina toda la humanidad herida.

Una cruz que abraza al mundo

Francisco nos recuerda que la cruz no es castigo, sino respuesta. En su aparente derrota, Jesús se convierte en puente entre opuestos, en defensor de los desamparados, en reconciliador universal. “Su cruz derriba muros, cancela deudas, anula juicios, establece la reconciliación”, se lee en la reflexión de la estación XI. Jesús, el “verdadero Jubileo”, se ofrece incluso a quienes lo condenan, y su amor universal lo coloca al lado de todos los que aún esperan justicia y dignidad.

El mensaje social de una espiritualidad activa

Lejos de una religiosidad conformista, el Papa apela a la acción: el Vía Crucis es “la oración de los que se mueven”, que interpela al creyente a detener sus rutinas y caminar en dirección contraria a la indiferencia. En un entorno global dominado por cálculos, algoritmos y frías decisiones financieras, la “economía de Dios”, tal como la describe Francisco, propone un modelo radicalmente distinto: uno que cultiva, repara y custodia. Un modelo basado en el don, en el cuidado y en la gratuidad que transforma incluso a los corazones endurecidos.

El Vía Crucis del Papa Francisco llama a reconciliarse con el mundo, con el prójimo y con uno mismo

Figuras que humanizan el camino

Los personajes que rodean a Jesús en su Pasión representan fragmentos de la vida cotidiana. María, silenciosa y presente; el Cirineo, sorprendido por un peso inesperado; Verónica, que consuela con un gesto simple; y las mujeres de Jerusalén, que lloran con compasión activa. Todas ellas son imágenes de la humanidad que aún es capaz de detenerse, mirar y actuar. Especialmente significativo es el llamado a las lágrimas auténticas, no de ceremonia, sino de reconocimiento y conversión, necesarias para sanar una convivencia herida.

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Libertad, caída y responsabilidad

El Papa no oculta la complejidad del alma humana. En el Vía Crucis también hay espacio para reflexionar sobre el ejercicio de la libertad, la tendencia al juicio rápido, la dificultad para salir de roles cómodos o evitar compromisos. Pero en cada caída de Cristo, hay una oportunidad de resurrección. Cada tropiezo, un lugar donde Dios se hace más cercano, más humano. “El cielo está bajado”, insiste Francisco, y allí, en tierra, el hombre puede volver a empezar.

Un mensaje contra la resignación

Al final del camino, Jesús yace en el sepulcro. El silencio del Sábado Santo se vuelve escuela de paciencia y esperanza. Francisco invita a resistir el frenesí contemporáneo que teme a la quietud. “Enséñanos a no hacer nada, cuando sólo se nos pide esperar”, reza una de las meditaciones. Es en esa espera donde germina la paz, donde renace la esperanza que no se resigna ante la injusticia


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