Alimentación y ausencia

Una de las metáforas más sorprendentes que tiene el subconsciente es la comida, que se transmuta en la relación con la madre, con los primeros miedos y la ausencia.
Las personas que sufren trastornos de la alimentación como bulimia, anorexia o hiperfagia, suman más de 22 millones de personas donde 56% corresponde a menores de 22 años. Ellos reconocen que “tratan de llenar un vacío” producto de la soledad, falta de confianza en sí mismos o un lacerante perfeccionismo.
Sin embargo, existen raíces más profundas e inauditas de la alimentación, como la relación sostenida con la madre durante la infancia, por insólito que parezca. De manera no consciente, la comida representa la vida intrauterina y nuestros primeros años, la presencia imprescindible de nuestra progenitora y su rol protagónico de subsistencia y conformación de nuestro mundo.
Pero esta lectura “profunda” de la alimentación es insuficiente. Los trastornos son multifactoriales como el abuso sexual, anomalías a niveles de los neurotransmisores, factores genéticos…pero los trastornos alimentarios no son inevitables. Pueden superarse multidisciplinariamente con atención somática, emocional, psicológica o psicoterapéutica…
Ansiedad, culpa, placer, deleite…la comida es muchas cosas, pero primordialmente es una metáfora de supervivencia y vida, lo que nos mantiene, protege, censura, aísla, traduce, escribe, confina, prescribe, ama o mata.
Es génesis de enfermedades como obesidad o diabetes, puerta de escape al dolor y cura sustancial de la ansiedad, amiga del duelo…preludio del amor o el placer. La comida es un referente directo de nuestro mundo, de la historia que escribimos para nosotros.
Personalmente asocio la comida al amor. Es lo que ofrezco cuando alguien está triste, cuando creo que necesita consuelo. Es la manera que tengo de decir “te quiero”. Y si: también es la forma en que me compenso y lamo las heridas del día a día.
Concientizarnos de los significados inauditos de la comida podrá librarnos de trampas que nos arruinan la salud y la vida, de galletitas que empleamos para espantar los fantasmas, de dulces que palian la soledad, de atracones con los que evadimos continuamente el sin sentido.
Tal vez si desnudamos de falsas promesas la comida encontremos que todo lo que necesitamos ya lo teníamos, que es inútil buscar sustitutos peligrosos y falases, Y que la madre es un sustento que va mucho más allá de la corporeidad…